Una juventud by Patrick Modiano

Una juventud by Patrick Modiano

autor:Patrick Modiano [Modiano, Patrick]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1981-01-01T05:00:00+00:00


Más adelante, cuando hablaban los dos del pasado —aunque hablaban de él muy pocas veces, sobre todo después de que nacieran los niños—, los asombraba que el período de sus vidas que fue más decisivo hubiese durado apenas siete meses. Sí, efectivamente: Louis salió del ejército en diciembre y Odile y él se conocieron a principios del mes de enero…

En febrero, Brossier les consiguió otro sitio donde vivir. Un día en que fue a buscar a Louis a la puerta de Champerret, quedó asombrado de lo exiguo de la habitación y del calor asfixiante que salía del enorme radiador.

—No puede seguir aquí, muchacho… ¿Cómo no me había dicho nada?

Precisamente sabía de un pisito de dos habitaciones que estaba libre y que él había querido alquilar pero cambió de opinión porque le pareció muy alejado de la Ciudad Universitaria. Estaba a la entrada de la calle de Caulaincourt, del otro lado del puente de hierro que pasa por encima del bulevar de Montmartre. ¿Y el alquiler? De lo más módico, el alquiler. Le hablaría del asunto a Bejardy. No, Bejardy no sería capaz de dejarlos a él y a Odile en una buhardilla diminuta y con una calefacción excesiva.

Se instalaron en la calle de Caulaincourt al mes siguiente y aquel piso les pareció gigantesco. La habitación principal era un estudio. En un rincón, únicos vestigios del artista que había vivido allí, un ventilador de aspas enormes y una barra de bar semicircular. La laca negra y desconchada tenía, de adorno, unos dibujos de inspiración china, igual que la camisa que le gustaba a Brossier ponerse en la Ciudad Universitaria. Por el ventanal se veía el sudoeste de París.

Bejardy les regaló una cama y un sillón tapizado en tela granate; Brossier dos sillas de rejilla y una lámpara. Había hasta teléfono. Y una cocina bien equipada. Cuando el portero les pidió el nombre para ponerlos en la lista de inquilinos del edificio, le dijeron: Señores Memling, pensando que le resultaría más tranquilizador tratar con una pareja de recién casados.

Una noche celebraron la mudanza, como decía pomposamente Brossier. Éste les explicó que no podrían contar —por desgracia— con la presencia de Jacqueline Boivin, su novia: desde la Ciudad Universitaria, la calle de Caulaincourt parecía el otro extremo del mundo. Y había que cruzar el Sena y ese río era la frontera entre dos ciudades que no tenían nada que ver una con otra.

Bejardy sí fue en esta ocasión. Louis se fijó, en la solapa de la chaqueta, en una cinta verde y amarilla.

—¿Está condecorado? —le preguntó.

—La medalla militar —dijo Bejardy—. La gané en Alemania con De Lattre. A los veintitrés años. Es lo único bueno que he hecho en la vida.

Había bajado la vista. Se le notaba que quería cambiar de conversación.

Tomaron unas copas en el estudio. Luego fueron a cenar muy cerca, en la calle de Joseph-de-Maistre, Chez Justin.

Louis ya no trabajaba por las noches. Ahora Bejardy le encomendaba «recaditos» que tenía que hacer durante el día. O se quedaba en el garaje para recibir a los visitantes y coger el teléfono.



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