Una historia diferente del mundo by Fernando Trías de Bes

Una historia diferente del mundo by Fernando Trías de Bes

autor:Fernando Trías de Bes [Trías de Bes, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Economía
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-01T00:00:00+00:00


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LA DICTADURA DE LA PRODUCTIVIDAD

UNA INYECCIÓN DE AGUJA QUE SE CONVIRTIÓ EN INYECCIÓN DE DEMANDA

La chispa de la inspiración

En 1771, un joven médico inglés que realizaba sus prácticas en Sodbury atendió a una granjera, una ordeñadora de vacas. Tenía unas erupciones en la piel. Mientras la examinaba, la chica dijo una frase como de pasada que cambiaría el mundo: «Sé que no es viruela, porque yo ya he pasado la viruela bovina». A aquel médico no le pasó desapercibida la observación. El doctor se llamaba Edward Jenner y es uno de los científicos que más vidas ha salvado en la historia de la humanidad.

Jenner ya había oído decir en su región natal que quienes ordeñaban vacas y contraían la viruela bovina nunca contraían la enfermedad, parecían quedar inmunes. Ahora lo estaba presenciando. La viruela era una enfermedad letal que se llevaba por delante a una tercera parte de quienes la contraían, en su mayoría niños, y era la primera causa de mortandad en el mundo. Venida de China, en Europa se conocía una forma de actuar contra la viruela que parecía funcionar en algunos casos; se llamaba valorización y consistía en administrar una pequeña dosis de las pústulas de las personas infectadas a personas sanas. Si la persona enfermaba solo levemente, quedaba inmune. Pero si, por el motivo que fuese, la dosis era demasiado elevada, enfermaba de gravedad y moría en uno de cada tres casos.

Edward Jenner se percató de que, por algún motivo que desconocía, el virus de la viruela de las vacas no era mortal para los humanos y, según parecía, proporcionaba la inmunidad. De otro modo, ¿por qué aquella lechera y todos los que estaban en contacto con bovinos no contraían la enfermedad?

Se puso a realizar pruebas en 1775, y en 1796, veintiún años después, decidió dar un paso trascendental para la historia de la medicina. Realizó algo que hoy estaría terminantemente prohibido e incluso penado por la ley. Era otra época. Inoculó a un niño sano de ocho años una dosis reducida del virus bovino, extrayéndolo de la pústula de una mano de una lechera llamada Sarah Nelmes. Hasta aquí, el riesgo era limitado porque la viruela bovina no era mortal. Lo arriesgado fue lo que Jenner hizo al cabo de unos días: le inoculó al niño una dosis mortal de viruela humana.

El niño no enfermó.

Era inmune.

La Royal Society de Londres, cuya aprobación era fundamental para la aceptación de la comunidad científica y pública, rechazó el descubrimiento. Era demasiado innovador, requería más pruebas.

Jenner estaba convencido de su teoría y experimentó con muchos niños, incluido su propio hijo, cuando este tenía once meses. En el año 1798 publicó su investigación y entonces sí la aceptaron. Había nacido la vacuna, nombre que le dio a la inyección que proporcionaba la inmunidad. Vacuna, del latín vacca: vaca.

En unos inicios, la población de Inglaterra tenía miedo y era escéptica de inocularse la vacuna de Jenner. Una viñeta humorística del año 1802 muestra al doctor Jenner administrando la inyección a la gente.



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