Un Mundo Sin Fin by Follett Ken

Un Mundo Sin Fin by Follett Ken

autor:Follett, Ken [Follett, Ken]
Format: epub, mobi
editor: Unknown
publicado: 2009-12-12T13:23:21+00:00


Salieron de la botica. Aunque la cámara que la albergaba lindaba con la biblioteca, para acceder a ésta tuvieron que atravesar el claustro de las monjas y el de los monjes. La noche era oscura; por suerte, ambas llevaban viviendo allí varios años y eran capaces de encontrar el camino a ciegas. Al llegar a su destino, percibieron el parpadeo de una luz a través de las altas vidrieras. La puerta, que por la noche solía cerrarse con llave, estaba entreabierta. Caris la abrió y, por un momento, no fue capaz de distinguir lo que veían sus ojos. Divisó un armario abierto y una mesa sobre la que había una caja y una vela, además de una figura de contorno impreciso. Al cabo de un momento, reparó en que el armario abierto era el tesoro donde se guardaban los cartularios y demás objetos de valor, y en que la caja era el cofre que contenía las joyas de oro y plata que se utilizaban en los oficios especiales que se celebraban en la catedral. La figura imprecisa extraía objetos de la caja y los iba depositando en una especie de saco.

De pronto, quien allí se encontraba levantó la cabeza y Caris lo reconoció. Se trataba de Gilbert de Hereford, el peregrino que había llegado aquel mismo día, aunque resultaba evidente que en realidad no era ningún peregrino ni, probablemente, tampoco de Hereford: era un ladrón.

Ambos permanecieron mirándose unos instantes, inmóviles, y luego Mair dio un grito. Gilbert apagó la vela y Caris cerró la puerta para entretenerlo unos minutos; a continuación, atravesó corriendo el claustro y se ocultó en un recoveco arrastrando a Mair consigo.

Se encontraban al pie de la escalera que conducía al dormitorio de los monjes. Estaba segura de que el grito de Mair los habría despertado, pero tardarían un poco en reaccionar.

—¡Ve a explicar a los monjes lo que ocurre! —gritó Caris a Mair—. ¡Corre! —Y Mair subió la escalera a Coda prisa. Caris oyó un crujido y supuso que era la puerta de la biblioteca al abrirse. Trató de percibir el ruido de los pasos sobre las losas del claustro, pero por lo visto Gilbert era un ladrón experimentado y avanzaba en silencio. Contuvo la respiración para intentar oír la de él. De pronto, en la planta superior estalló un gran alboroto.

El ladrón debió de darse cuenta de que sólo disponía de unos pocos segundos para huir y echó a correr, pues Caris oyó sus fuertes pisadas.

No le preocupaban demasiado los costosos ornamentos de la catedral, pensaba que probablemente el obispo y el prior estaban más interesados en ellos que el propio Dios; sin embargo, Gilbert le inspiraba aversión y no soportaba la idea de que pudiera hacerse rico a costa de robar en el priorato. Por eso salió de su escondite.

Apenas veía nada, pero no le cupo duda de que los pasos apresurados se dirigían hacia allí. Extendió los brazos para protegerse y el hombre chocó de lleno con ella. Caris perdió el equilibrio pero se aferró a las vestiduras del ladrón y ambos se precipitaron al suelo.



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