Un mundo mejor by Alberto Vázquez-Figueroa

Un mundo mejor by Alberto Vázquez-Figueroa

autor:Alberto Vázquez-Figueroa [Vázquez-Figueroa, Alberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2002-06-01T04:00:00+00:00


CAPÍTULO IX

—Desde la noche de los tiempos, nada amenazó a la Tierra, que se fue modificando y perfeccionando hasta convertirse en un lugar en el que primero el «hombre cazador» y más tarde el «hombre agricultor» aprendieron a convivir en paz con la naturaleza. No obstante, hace menos de doscientos años, hizo su aparición el «hombre industrial», que en ese escaso uno por mil de la historia de la humanidad, arruinó toda la labor anterior hasta el punto de poner en serio peligro la supervivencia de la especie y la futura habitabilidad del planeta.

Patricia Buck se tomó un respiro, golpeó su sempiterno cigarrillo en el borde del cenicero, caló profundo, y sin exhalar un humo que parecía desaparecer misteriosamente en las profundidades de su maltrecho cuerpo, añadió:

—Empieza a estar claro que ese tipo de civilización superindustrializada, cuya única meta parecer ser el consumo masivo y el continuo desarrollo no tiene futuro, puesto que al ritmo exponencial que llevamos, con un aumento del gasto prácticamente indefinido y unos recursos finitos, antes de cuarenta años no existirán materias primas con que alimentar esta loca cultura del desecho. Tendremos que regresar entonces a la producción casi artesanal de productos que perduren, automóviles que no sea necesario cambiar cada cuatro años, neveras que se reparen sin problemas y vestidos que no pasen continuamente de moda, del mismo modo que tendremos que regresar al planteamiento demográfico de ciertas tribus primitivas que no permiten que su número aumente hasta el punto de poner en peligro el bienestar común. Aprendieron desde muy antiguo a subsistir en un determinado hábitat sirviéndose de él pero sin degradarlo, a sabiendas de que deberán dejárselo a las generaciones venideras en el mismo estado en que lo encontraron.

Fumó de nuevo, paseó la vista por los rostros de cuantos componían su numeroso auditorio, pareció comprender que permanecían atentos a sus palabras, y se decidió por tanto a continuar:

—Quienes nos consideramos a nosotros mismos seres «civilizados» hemos olvidado hace tiempo ese concepto de la supervivencia colectiva, por lo que no sólo dejamos nuestro hábitat en peores condiciones de lo que lo encontramos, sino que además se lo dejamos a un número mucho mayor de personas. Debemos tomar conciencia de que si en la actualidad somos seis mil millones de seres humanos, y veinticuatro mil mueren de hambre cada día, mientras un cuarenta por ciento se alimenta casi exclusivamente de arroz, dentro de un siglo, cuando se llegue a los veinte mil millones, prácticamente tendrán que comerse los unos a los otros, visto que las tierras cultivables nunca podrán multiplicarse en idéntica proporción, a no ser que, como en este mismo foro se ha asegurado, seamos capaces de convertir grandes masas de agua de mar en agua dulce.

Apagó lo poco que quedaba de su cigarrillo, por lo que tuvo ahora la oportunidad de utilizar su única mano útil para abrir la carpeta que descansaba sobre el pequeño atril de su silla de ruedas y comenzar a leer:

—Como asegura la máxima autoridad en la materia, Josué



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