Trueno del cielo by Ted Dekker

Trueno del cielo by Ted Dekker

autor:Ted Dekker [Dekker, Ted]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2002-08-29T16:00:00+00:00


Capítulo veinticuatro

Sherry seguía de cerca al jadeante hombre, dependiendo de que los movimientos de él la guiaran entre los arbustos. La vista que tenían en la oscuridad parecía más instintiva que una función de percepción sensorial. Un instinto que obviamente el hombre había desarrollado. Un instinto que ni ella ni Petrus tenían. El padre era fuerte y persistía, pero a este ritmo difícilmente era mejor que ella.

Ella era médico practicante de Denver, Colorado, y ahora mismo debería estar siguiendo por blanqueados pasillos a un médico en sus rondas. No corriendo por una pesadilla, detrás de un lunático exaltado. Tal vez se trataba precisamente de eso: otra pesadilla agarrándola de las botas y golpeándole el rostro, en vez de verdaderas raíces de árboles y hojas que la arañaban. Oró porque pronto se irguiera de golpe en su cama.

En realidad la idea del sueño tenía sentido. No recordaba haber despertado, lo cual podría significar que aún dormía. Había ido a su cuarto a descansar; recordaba eso. Y luego los disparos y las imágenes de exterminio, y ahora este hombre dirigiéndola como un conejo entre la selva. Los pensamientos le recorrieron alocadamente por la cabeza mientras luchaba por mantener al hombre a la vista.

¿No había dicho él algo acerca de ir al sur sobre el río? Ella no tenía idea adónde se dirigían, pero esto no era ningún río. Una imagen del padre Petrus le saltó a la mente. Vivir tiene que ver con morir. Las palabras del cura le resonaron en el cerebro. Todos vivimos para morir.

—¿Crees que he debido venir a esta selva para morir? —había preguntado ella, un poco seria.

—¿Y estás lista para morir, Sherry?

Las palabras la sacudieron súbitamente con claridad. ¿Estaba ella lista para morir? No, no lo estaba. Ahora mismo lo único que sentía era una fuerte urgencia de sobrevivir. Dios, sálvanos. Sálvanos, por favor.

Casius había matado con la soltura de un hombre que disparaba a placer, pensó ella. ¿En qué lo convertía eso?

Por otra parte, él los había salvado. Sin Casius ella estaría ahora en ese patio, tendida en su propia sangre. Lo cual lo convertía a él en su ángel en la noche. No obstante, ¿podía un ángel matar del modo en que había matado este hombre?

De pronto Sherry resbaló cayendo duramente sentada, y refunfuñó. Barro se le filtró entre los pantalones cortos de mezclilla. Se levantó antes de que Petrus la alcanzara. Siguió adelante, dándose cuenta de que Casius ni siquiera había hecho una pausa para ver si ella estaba bien. Él estaba allí, a menos de tres metros adelante, con la espalda aún subiendo y bajando como una sombra. Una rama le golpeó el rostro a ella y lanzó un brazo contra esta, tentada a arrancarla del árbol y pisarla bajo los pies. Se tragó la frustración que le crecía como un nudo en la garganta y siguió adelante.

Sherry continuó implacablemente, tropezando con bastante regularidad, cayendo sentada varias veces. Dos veces le perdió el rastro a Casius y se vio obligada a gritar. En cada ocasión Petrus chocó con ella musitando disculpas.



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