Tiempo: la dimensión temporal y el arte de vivir by Rüdiger Safranski

Tiempo: la dimensión temporal y el arte de vivir by Rüdiger Safranski

autor:Rüdiger Safranski [Safranski, Rüdiger]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2015-10-15T00:00:00+00:00


En tales expectativas de futuro, los seres humanos se sentían en alianza con el espíritu del mundo, siempre y cuando éste fuera bien utilizado. Se reivindicaba la observación concienzuda y el experimento, en lugar de una estéril cavilación y especulación. Se trabajaba con el ensayo y error, y los que así procedían podían verse confirmados por la biología de la evolución de Charles Darwin, cuyo conocido punto de vista más importante es que también la naturaleza lleva adelante su evolución con el método del ensayo y error. Según Darwin, las mutaciones son transmisiones deficientes de informaciones hereditarias, o sea, casualidades deficientes, a partir de las cuales resulta la amplitud de las variaciones dentro de la especie. Con ellas selecciona el éxito en la adaptación. Se conserva lo que se acredita. De esa manera acierta la naturaleza sin apuntar a un fin, mediante la mutación casual más la selección en la lucha por la supervivencia. Podemos decir también: en la evolución la naturaleza se equivoca ascendiendo. De todos modos, se requiere una enorme cantidad de tiempo para esto. Desde la revolución copernicana los lapsos de tiempo cósmico con los que se empieza a contar están en vías de crecer cada vez más, hasta hacerse gigantescos.

El esquema cronológico de la Biblia, que había sido válido a través de siglos, terminó estallando, no sólo en virtud de la mirada hacia arriba, a las estrellas, sino también por la mirada hacia abajo, a la tierra. Los hallazgos fósiles y las exploraciones de los estratos geológicos refutaron los siete u ocho mil años del relato de la creación. No bastaba un único diluvio para entender la estructura de la superficie terrestre; más bien, para poder explicar la presente superficie de la tierra había que suponer varios diluvios y otras catástrofes. Una influyente teoría geológica de finales del siglo XVII describía la tierra en su forma actual como una única ruina de restos rotos de la originaria corteza terrestre, con las cuencas oceánicas como agujeros gigantescos, con continentes hundidos, volcanes que explotaron, morrenas y desiertos de todo tipo.

Cuando Kant propuso su primera teoría cosmológica, los seis mil quinientos años bíblicos del mundo se habían convertido ya en un millón, con el que contaba el joven y ambicioso filósofo. Esto no suponía ningún problema, pues desde que Isaac Newton lo había introducido como magnitud absoluta, había suficientes reservas de tiempo. Para Newton la extensión del espacio era infinita, e igualmente inmenso era el tiempo. Lo mismo que el espacio del mundo, también su tiempo tenía que representarse como absoluto, como si por encima de todo acontecer sonara un tictac del reloj del mundo que asigna a cada suceso su lugar en el tiempo. Pero como los sucesos en este tiempo del mundo, que para Newton seguían siendo hechos de la creación, son finitos, se introdujo el problema de un tiempo vacío. En efecto, cabía preguntarse: ¿qué era el tiempo antes de que hubiese sucesos como el nacimiento de la tierra y del cosmos? Evidentemente, así no se



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