El Exorcista by William Peter Blatty

El Exorcista by William Peter Blatty

autor:William Peter Blatty
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Terror, Novela
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2013-12-13T08:00:00+00:00


Tercera parte

El abismo

ellos le dijeron: ‘pues tú, ¿qué señales haces para que veamos y creamos?’

juan, vI, 30 ...cierta vez, un comandante de brigada destacado en vietnam estableció un concurso destinado a que su unidad completara los 10.000 enemigos muertos; el premio era una semana de permiso, con todas las comodidades, en la propia residencia del coronel...

newsweek, 1969

pero yo os digo que vosotros me habéis visto y no me creéis.

juan, vI, 36

Capítulo 1

estaba parada frente al paso de peatones del puente key, con los brazos sobre el pretil, moviéndose nerviosa, esperando, mientras el denso tránsito discurría intermitente, a sus espaldas, en medio de un concierto de claxons y de una indiferente fricción de parachoques. se había puesto en contacto con mary jo; le había mentido.

—”regan está bien. a propósito, estaba planeando dar otra cena. ¿cómo se llama aquel jesuita psiquíatra? he creído que podría invitarlo”...

risas que venían de abajo: era una pareja joven, con “bluejeans”, en una canoa alquilada. con un rápido gesto nervioso, tiró la ceniza de su cigarrillo y miró en dirección a la ciudad. alguien se acercaba a ella presuroso, vestido con pantalones color caqui y jersey azul; no era un cura, no era él.

volvió a bajar la vista hacia el río, hasta su impotencia, arremolinada en la estela de la canoa pintada con brillantes colores.

pudo distinguir el nombre que llevaba pintado: “capricho”.

pasos. el hombre del jersey que se aproximaba, que se detenía al llegar a su lado. por el rabillo del ojo lo vio apoyar un brazo sobre el pretil, y rápidamente desvió la mirada.

—¡váyase de aquí, estúpido -farfulló con voz ronca, mientras arrojaba al río el cigarrillo-, o llamaré a la policía!

—¿miss macneil? soy el padre karras.

sonrojada, se incorporó y se volvió hacia él, sobresaltada. el ceño contraído, la mirada severa.

—¡dios mío! yo soy... “¡dios mío!”

se bajó las gafas de sol, confundida, e inmediatamente se las volvió a subir, cuando aquellos ojos, oscuros y tristes, sondearon los suyos.

—tendría que haberle advertido que vendría vestido de una manera informal. lo siento.

su voz, suave, pareció quitarle un peso; tenía entrelazadas sus fuertes manos. eran grandes y, sin embargo, sensibles, venosas, como las que pintaba miguel ángel.

chris notó que su mirada se sentía instantáneamente atraída por ellas.

—he creído que sería mucho menos llamativo -prosiguió él-.

parecía usted tan preocupada por mantener esto en secreto...

—creo que tendría que haberme preocupado de no ser tan estúpida -respondió ella, hurgando nerviosamente en su bolso-. creí que era usted...

—¿humano? -la interrumpió con una sonrisa.

—me di cuenta de “eso” cuando lo vi un día en el “campus” -dijo ella, que ahora se buscaba algo en los bolsillos de su traje-. por eso lo llamé. me pareció usted humano. -levantó la mirada y vio que él le observaba las manos-.

¿tiene un cigarrillo, padre?

se palpó en el bolsillo de la camisa.

—¿se anima a fumar uno sin filtro?

—en este momento me fumaría hasta una soga.

sacó un ‘camel’ del paquete.

—mis medios económicos me obligan a hacerlo a menudo.

—voto de pobreza -murmuró ella, con una tensa sonrisa, al coger el cigarrillo.



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