El viaje a la felicidad by Eduardo Punset

El viaje a la felicidad by Eduardo Punset

autor:Eduardo Punset [Punset, Eduardo]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
publicado: 2011-09-28T07:56:16+00:00


Capítulo 6

Las causas de la infelicidad en las sociedades complejas

El ejercicio abyecto del poder político

Las llamadas sociedades complejas -en las que nos ha tocado vivir- están basadas, fundamentalmente, en el conocimiento, por una parte, y en un grado de interconectividad, por otra, que las hace muy vulnerables. Se podría alegar que, lejos de gestionar sociedades del conocimiento, todavía estamos gestionando la ignorancia. Sobran ejemplos de hasta qué punto los dirigentes políticos y los líderes sociales se limitan a gestionar la ignorancia de los demás.

Tampoco creo que haya muchas dudas en el hecho de que la revolución de las comunicaciones ha transformado el grado de complejidad de la interconectividad planetaria. Pues bien, en las sociedades complejas se dan tres factores que nutren el descontento y la infelicidad: el ejercicio abyecto del poder político, la disparidad entre los índices de crecimiento económico y de la felicidad, y lo que yo llamo la sociedad de las averías.

Charles Darwin describía así los signos físicos del miedo: los ojos y la boca abiertos, ceño fruncido, músculos paralizados, respiración sostenida, aceleración del pulso, postura agazapada, extrema palidez, transpiración fría, pelos de punta, irregularidades de la glándula salival que provocan sequedad de boca, temblores, fallos de la voz, pupilas dilatadas y la contracción de los músculos del cuello. Son las señales inequívocas de esta emoción básica, el miedo, que, con toda probabilidad, subyace en el origen del arte, la religión y la política desde hace unos treinta mil años.

La tesis de este capítulo es que la felicidad es, ni más ni menos, la ausencia de miedo. Punto. En el Paleolítico, la principal amenaza para las escasas y diseminadas poblaciones eran las guerras tribales, pero también, y sobre todo, la muerte causada por el frío glacial, el ataque de una fiera, los estragos de la vejez a los treinta años o infecciones absolutamente imprevistas e incomprensibles. El miedo a la muerte espoleó la búsqueda de amparo en las primeras religiones y expresiones artísticas, y tanto la religión como el arte cimentaron la anhelada protección con el establecimiento del poder político.

Es insólito e incomprensible que dos de las tres invenciones más sofisticadas y de mayor impacto de la mente humana -la religión, la política y el arte, a los que se podría añadir la ciencia-, nacidas, justamente, para proteger a los homínidos del miedo, se hayan vuelto instrumentos de terrores indecibles y hayan permanecido ajenos por completo a las ansias primordiales de felicidad para cuya consecución se alumbraron. Como apuntaba, se podría añadir la ciencia si se recuerda que para los filósofos y científicos desde Aristóteles hasta finales del siglo xx -prácticamente, hasta Antonio Damasio-, las emociones representaban la irracionalidad cuyo estudio y experimentación debían evitarse a toda costa.

La receta para una convivencia feliz que propone Platón en su célebre República en el año 375 a.C, que tanto ha impregnado el pensamiento occidental, a cualquier analista moderno le parecería un manual de sadismo. Casi veinte siglos después, en 1515, uno de los grandes reformistas del pensamiento político, Tomás Moro,



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