Stardust by Neil Gaiman

Stardust by Neil Gaiman

autor:Neil Gaiman [Gaiman, Neil]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1998-12-31T16:00:00+00:00


* * *

Era una solución obvia. Después de todo, el unicornio los había estado siguiendo la mayor parte de la mañana, rozando ocasionalmente con la frente el hombro de la estrella. Las heridas de sus flancos, que florecieron como rosas rojas bajo las garras del león el día anterior, ahora estaban secas y cubiertas por una costra marrón.

La estrella cojeaba, vacilaba y tropezaba, y Tristran caminaba junto a ella; la fría cadena los ataba muñeca con muñeca. Por una parte, Tristran consideraba que era casi un sacrilegio montar un unicornio: no era un caballo, no tenía por qué aceptar ninguno de los antiguos pactos acordados entre el Hombre y el Caballo. Había en sus ojos negros algo muy salvaje, y un impulso eléctrico en sus movimientos que parecía peligroso e indómito.

Por otra parte, Tristran empezó a sentir que, de una manera que era incapaz de expresar, el unicornio apreciaba a la estrella y quería ayudarla. Así que dijo:

—Mira, ya sé que quieres frustrar mis planes todo cuanto te sea posible, pero si el unicornio quiere, quizá te podría llevar montada durante una parte del trayecto.

La estrella no dijo nada.

—¿Y bien?

Ella se encogió de hombros. Tristran se dirigió al unicornio y contempló sus ojos como charcas negras.

—¿Puedes entenderme? —preguntó. El animal no dijo nada. Él esperaba que asintiera, o que golpeara el suelo con un casco, como un caballo adiestrado que vio una vez en el pueblo cuando era pequeño. Pero el animal sólo le miró—. ¿Quieres llevar a la dama, por favor?

La bestia no dijo palabra, ni asintió ni golpeó el suelo con un casco. Pero se acercó a la estrella y se arrodilló a sus pies. Tristran la ayudó a montar. Ella se agarró con ambas manos a las crines enredadas y se sentó de lado, con la pierna rota sobresaliendo. Y así viajaron durante varias horas. Tristran caminaba a su lado, con la muleta de la estrella al hombro y su bolsa colgada del extremo. Le resultaba tan arduo viajar con la estrella montada sobre el unicornio como de la otra manera. Antes había tenido que caminar lentamente para seguir el paso renqueante de la estrella; ahora tenía casi que correr para seguir el paso del unicornio, temeroso de que se adelantara demasiado y que la cadena que les unía hiciese caer a la estrella del animal. Su estómago retumbaba mientras caminaba. Era dolorosamente consciente de lo hambriento que estaba; de tal modo que sólo era capaz de percibirse a sí mismo en tanto que ser famélico, rodeado de un poco de carne que caminaba tan rápido como podía, caminaba y caminaba…

Tropezó y supo que iba a caer.

—Por favor, detente —balbuceó.

El unicornio aminoró y se detuvo. La estrella contempló a Tristran. Entonces hizo una mueca y sacudió la cabeza.

—Más vale que subas tú también —dijo—. Si el unicornio te deja. Acabarás desmayándote, si no, y me arrastrarás contigo al suelo. Y tenemos que ir a alguna parte para que puedas comer.

Tristran asintió, agradecido.

El unicornio no ofreció oposición, esperó parado a que Tristran montara sobre él.



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