Sodoma by Frédéric Martel

Sodoma by Frédéric Martel

autor:Frédéric Martel
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Comunicación
publicado: 2019-02-21T05:00:00+00:00


Una noche de octubre de 2017 me encuentro en Bogotá con un exseminarista, Morgain, que había tenido un trato prolongado con López Trujillo y había trabajado con él en Medellín. El hombre es de fiar y su testimonio irrefutable. Sigue trabajando para el episcopado colombiano, lo cual dificulta que haga declaraciones públicas (se ha cambiado su nombre). Pero cuando le aseguro que le citaré con seudónimo empieza a contarme primero los rumores, cuchicheando, y luego los escándalos en voz alta. También él se ha guardado durante tanto tiempo estas informaciones secretas que ahora se explaya, con un sinfín de detalles, a lo largo de una cena interminable en la que también está presente mi investigador colombiano Emmanuel Neisa.

—Por entonces yo trabajaba con el arzobispo López Trujillo en Medellín. Él vivía en la opulencia y se desplazaba como un príncipe, o más bien como una verdadera «señora». Cuando llegaba en uno de sus automóviles de lujo para hacer una visita episcopal nos mandaba que le pusiéramos una alfombra roja. Luego, para bajar del coche, sacaba la pierna, de la que al principio solo se veía el tobillo, luego apoyaba el pie en la alfombra, ¡como si fuera la reina de Inglaterra! Todos teníamos que besar sus anillos y debía estar envuelto en incienso. A nosotros ese lujo, ese show, el incienso, la alfombra nos resultaban muy chocantes.

Ese tren de vida trasnochado iba a la par con una auténtica caza al cura progresista. Según Morgain, cuyo testimonio confirman otros curas, Alfonso López Trujillo, durante sus tournées de diva, localizaba a los curas simpatizantes de la teología de la liberación. Extrañamente, algunos de ellos desaparecían o eran asesinados por los paramilitares justo después de la visita del arzobispo.

Es cierto que en los años ochenta Medellín se convirtió en la capital mundial del crimen. Los narcotraficantes, sobre todo el famoso cartel de Medellín dirigido por Pablo Escobar —se calcula que controlaba el 80 % de la cocaína que iba a Estados Unidos—, sembraron el terror. Ante la explosión de violencia causada por la guerra contra los narcos, la amenaza creciente de las guerrillas y los enfrentamientos entre carteles rivales, el gobierno colombiano dictó el Estatuto de Seguridad (estado de excepción). Pero su impotencia resultó evidente, pues solo en el año 1991 se cometieron más de 6.000 homicidios en Medellín.

Frente a esta espiral infernal se crearon en la ciudad grupos paramilitares para organizar la defensa de las poblaciones sin que estuviera siempre claro si esas milicias, a veces públicas, a menudo privadas, trabajaban para el gobierno, para los carteles o para sí mismas. Los famosos paramilitares sembraron, a su vez, el terror en la ciudad, y luego, para financiarse, también ellos se lanzaron al tráfico de droga. Por su parte, Pablo Escobar reforzó su Departamento de Orden Ciudadano (DOC), que era su propia milicia paramilitar. Al final, la frontera entre los narcotraficantes, las guerrillas, los militares y los paramilitares se borró por completo y Medellín, como el resto de Colombia, se sumió en una verdadera guerra civil.



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