Arden las redes by Juan Soto Ivars

Arden las redes by Juan Soto Ivars

autor:Juan Soto Ivars [Soto Ivars, Juan]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Crónica, Ensayo, Comunicación
editor: Xbalba's Books
publicado: 2016-12-31T16:00:00+00:00


LOS ENEMIGOS EN LA GUERRA CULTURAL

Los ultraderechistas defienden la incorrección política, pero no es mi caso. Jamás he insultado a nadie por su raza, sexo, trabajo, orientación sexual o discapacidad. En mi tercera novela, las prostitutas son seres adorables, libres e inteligentes, y no por ello deja mi narrador de referirse a ellas como «putas». ¿Es compatible una cosa con la otra? Parecería que no, si nos atuviéramos a la guía de recomendaciones para periodistas que confeccionó el Gobierno municipal de Ahora Madrid. Según esta guía, presentada como un conjunto de consejos expresivos, el único modo de referirse a las prostitutas en la prensa debe denotar que son esclavas explotadas por hombres, y la única forma de referirse a sus clientes es como cómplices y defensores de esta esclavitud.

Cuando se presentó este documento, varias asociaciones de prostitutas se manifestaron en contra,[3] lo que me lleva a pensar que los debates conceptuales nunca son tan sencillos como parece indicar la guerra cultural. Dado que la corrección política de izquierdas es un sistema que aspira a lo absoluto, a definir lo esencial y encasillar las actitudes humanas de forma clara y tajante, sus propuestas se enfrentan muchas veces a los mismos colectivos que dicen defender.

¿Tenemos derecho los blancos a designar a los negros, los hombres a las mujeres, los sanos a los lisiados? ¿Sería más justo si los negros designasen a los blancos, las mujeres a los hombres y los lisiados a los sanos? Coetzee reflexiona sobre ello a raíz del fin del apartheid, y creo que no es un debate sin sentido. Pensar en estos términos nos llevaría a indagar por qué algunos colectivos se apropian de un término peyorativo y lo limpian, o bien repudian las designaciones otorgadas.

Nos encontraríamos con casos contradictorios, por ejemplo el empleo orgulloso que el gitano hace de «gitano», mientras que una parte de los payos la emplean despectivamente. Podríamos hablar también de los indios norteamericanos, a los que la corrección política llama «native americans» aunque buena parte de ellos detestan esta denominación y prefieren que les llamen «indios», que al menos delata la estupidez del hombre blanco que creyó que había llegado a la India. Podríamos pensar también si una designación políticamente correcta está menos impuesta por la hegemonía blanca que la insultante o despectiva, y muchas otras cosas más. Sería un debate hermoso, sí, pero imposible. ¿Por qué? Porque entra en el territorio de la guerra cultural, propio de las sociedades fragmentadas entre grupos endogámicos, que desemboca en el insulto y el desprestigio.

Javier Benegas y Juan M. Blanco señalan que, con la corrección política,



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