Siete moderno by Andrés Trapiello

Siete moderno by Andrés Trapiello

autor:Andrés Trapiello [Trapiello, Andrés]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T00:00:00+00:00


HABÍAN pasado ya lo menos dos horas, pero en cuanto crucé el umbral, M. me dijo, ¿qué ha pasado? Estaba sentada y vino hacia mí, sin dejar de mirarme a los ojos, por si había de leer en ellos algo que no me atreviera a contarle.

Venía del Rastro. En realidad regresaba de la muerte. Le dije que estaba vivo por dos segundos y medio metro.

Había cogido el coche como todos los domingos. A las ocho menos cuarto de la mañana Madrid, en domingo, está vacío. Decía Solana que las ocho de la mañana es la hora más bonita de Madrid. Si no te vas a morir, si no te van a matar, qué duda cabe, Madrid tiene, a esa hora, los minutos más líricos del mundo. Es la hora en la que se recogen, también, todos los que han trasnochado. Los ve uno montados en el taxi o conduciendo sus coches. Cada noche de sábado se matan en Madrid contra las farolas o atropellados o en fatídicos cruces tres o cuatro personas. Muchos taxistas ni siquiera quieren trabajar a esas horas. Propiamente las horas peligrosas son un poco antes, entre las cuatro y las seis o siete de la mañana. A las ocho se han clareado mucho, y los de la estadística que tenían que matarse, ya lo han hecho. Yo iba por el lateral de Recoletos. Al llegar a Cibeles detuve el coche en el semáforo rojo. Cuando se puso verde, seguí el camino. Ni siquiera dio tiempo a que el coche se acelerase. Fue entonces cuando por la izquierda un coche que bajaba por la Castellana a doscientos por hora, y que quería girar hacia Alcalá y Gran Vía, y a quien ya se le había cerrado el semáforo, se lo saltó, y me embistió por el costado como un obús. No sé cómo pude verlo por el rabillo del ojo, porque yo iba mirando hacia delante, con la modorra no desvanecida de esa hora temprana. Nadie piensa que si sales en verde, alguien se lanzará contra ti por un flanco, así que di un violento volantazo, para evitar el choque, pero este se produjo, fue brutal, aunque solo en la parte delantera del motor, a consecuencias del cual mi coche dio tres vueltas sobre sí mismo, como en el arranque del vals del Emperador. Un poco más atrás, y me hubiera metido los hierros de la puerta en las costillas. A su vez el coche que me embistió, dio otro volantazo y salió despedido contra la mediana, que evitó con nuevo volantazo que le llevó al otro extremo de la calle, por suerte despejada de coches. El caso recordaba el patinaje artístico, por los bandazos. En una hora normal la Cibeles habría estado atascada, y me habría llevado por delante media docena de coches. A esa hora, sin embargo, teníamos todo lo ancho de la avenida para matarnos nosotros solos. Los asesinos salieron dando tumbos del encontronazo, y cuando yo daba vueltas de trompo, lo veía por dentro a cámara lenta.



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