Sermones parroquiales 6 by John Henry Newman

Sermones parroquiales  6 by John Henry Newman

autor:John Henry Newman
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Religión, Sermones
editor: Ediciones Encuentro
publicado: 2018-01-17T16:00:00+00:00


Sermón 14

LA COMUNIÓN DE LOS APÓSTOLES

[n. 541 | 5 de octubre de 1839]

«Juan le dijo: ‘Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios

en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros’.

Jesús contestó: ‘No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro

en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí’» (Mc 9,38-39)

Pascua

Las personas que eligen su religión, o que cambian a su antojo de una comunión cristiana a otra, utilizan a menudo este pasaje de la Escritura como argumento contra los que deseamos ser discípulos de la única fe que se transmitió a los santos. Dicen que los cristianos pueden seguir a maestros desconocidos que se les crucen en el camino, porque nuestro Salvador no le permitió a san Juan impedir al desconocido que se menciona en el texto que expulsara demonios en nombre de nuestro Salvador. San Juan acudió a Cristo y le dijo que él y los demás apóstoles habían encontrado a un hombre que, aunque realizaba milagros, no seguía a los apóstoles y que, en consecuencia, se lo habían prohibido. A lo que el Señor contestó: «No se lo prohibáis». El argumento de aquellos es, por tanto, que, lo mismo que a los apóstoles no se les permitió vedar a este desconocido, tampoco la Iglesia puede vedar a maestros y predicadores desconocidos; que todos tienen derecho a predicar —sigan o no a la Iglesia—, siempre y cuando prediquen en el nombre de Jesús, sin ser molestados.. Tal es la objeción, y ahora propongo que la consideremos.

Niego que el caso del texto sea en absoluto paralelo al que se pretende justificar, como mostrarán los comentarios siguientes.

1. En primer lugar, este hombre no estaba predicando, estaba expulsando demonios. Hay una gran diferencia: estaba haciendo un milagro. Nuestro Salvador lo dice expresamente: «No hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí». Y es que cualquiera puede predicar, pero no todos pueden expulsar demonios. Muy pocos pueden expulsar demonios; es más, a primera vista, lo que parece es que nadie, sino un siervo de Dios, puede expulsar demonios. El hombre no puede dominar al demonio; solo Cristo lo domina. Si un hombre expulsa un demonio, tiene el poder de Cristo; y si tiene el poder de Cristo, debe tener un mandato de Cristo; y, ¿quién va a prohibir hacer milagros a quien Dios le ha dado el mandato de hacerlos? Eso sería luchar contra Dios. Pero, por otro lado, muchos pueden predicar sin que Dios les envíe ni les dé su poder; pues el mismo Cristo nos previene expresamente contra los falsos profetas y dice que «vendrán en su nombre muchos diciendo: «Yo soy el Cristo», y a muchos los seducirán». Así pues, del hecho de que no debamos prohibir hacer milagros a quienes vienen con un mandato divino, no se sigue que no podamos prohibir predicar a quienes no vienen con un mandato para ello.

2. Pero podría decirse: «los efectos de la predicación son un milagro.



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