Ser mujer en el Opus Dei by Isabel de Armas

Ser mujer en el Opus Dei by Isabel de Armas

autor:Isabel de Armas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencias sociales
publicado: 2002-08-09T22:00:00+00:00


CAPÍTULO 5. TIEMPO DE DESENGAÑO

El reiterativo mito del Padre (15 de marzo, 1999)

Te ha entrado una especie de fijación con la matraca de preguntarme, una y otra vez, en qué momento, a propósito de qué y cuál fue el motivo de mi primer desengaño total, porque estás convencida de que siempre hay uno, y a partir de éste van llegando todos los demás. Si por desengaño entendemos la desagradable y dura experiencia de liberarnos del engaño, de salir de un error que nos había cobijado, pienso que tal vez fue aquel momento, o aquel día en el que fui consciente de que el obsesivo mito del Padre comenzaba a resultarme insoportable. Quizá puedo señalar éste como desengaño número uno, pero lo cierto es que nunca me paré a colocarlos por orden.

Siendo de la Obra, a monseñor Escrivá tuve ocasión de verle en contadas ocasiones —cuatro exactamente—, y siempre en tertulias bastante numerosas o en concentraciones multitudinarias. El primer encuentro fue en el Colegio Mayor Alcor, durante mi primer curso de formación; la segunda, en Pamplona, en el campus de la Universidad; la tercera, en Barcelona, en el gimnasio Brafa, y el cuarto también en Barcelona, bueno, en Premia, para ser más exactos. Quiero decir con esto, que trato personal con él no tuve ninguno, y que casi todo lo que sé de su persona y de sus actos me lo han aportado otros; otros que, eso sí, se empeñaron a fondo en hacérmelo presente las 24 horas del día. El mito del Padre te perseguía desde que te levantabas hasta que te acostabas; siempre que estuviera en tu presencia un miembro de la Obra que llevara ya un cierto tiempo en la institución. Había que hacerle el centro en todo momento y en todo lugar, era una consigna para todos y para cada uno. En la confesión, en la confidencia, en los círculos semanales, era preciso recurrir de forma constante a: "El Padre ha dicho..."; "acaba de llegar una nota del Padre que..."; "tenemos noticias recientes de Roma y...". También en las tertulias cotidianas había que contar anécdotas del Padre, y las charlas y las meditaciones debían de estar salpicadas de constantes citas del mismo. El no hacerla con la consabida frecuencia era una clara manifestación de mal espíritu. Venía a ser algo muy parecido a lo que A. Bullock cuenta en su biografía de Hitler: "El partido nazi era consciente del valor que tenía la propaganda personal, así que a los miembros del partido se les recordaba con frecuencia que era su obligación "contemplarse a sí mismos, en todo momento yen cualquier circunstancia, como los portadores de la palabra del Führer". La propaganda efectuada de persona a persona podía llegar a la gente de un modo que estaba vedado a los medios de comunicación de masas y era doblemente eficaz si se presentaba como una opinión personal y no como la repetición de una consigna oficial".

A propósito de esta mitificación que teníamos que vivir y los excesos a los



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