S de Silencio (S is for Silence) by Sue Grafton

S de Silencio (S is for Silence) by Sue Grafton

autor:Sue Grafton
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Policíaco
publicado: 2004-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo 19

VOLVÍ a la recepción del motel y pedí a la señora Bonnet que me dejase usar el teléfono. Me puse en contacto con la oficina del sheriff para denunciar el incidente, y me dijeron que mandarían a alguien. Llamé después al Automóvil Club del Sur de California para solicitar asistencia. Mientras esperaba, telefoneé a Daisy a su casa y contestó Tannie. Dijo que Daisy ya se había ido a trabajar. Cuando le conté que me habían rajado las ruedas, se escandalizó, como es lógico.

—¡Pobre! No me puedo creer que te hayan hecho una cosa así.

—Personalmente, estoy encantada. O sea, por un lado, me da rabia. Me fastidia quedarme sin medio de transporte, y ya sólo me faltaba tener que comprar cuatro neumáticos nuevos. Por otra parte, es como cuando te salen las tres cerezas en una máquina tragaperras. Llevo investigando sólo tres días, y alguien ya se ha puesto nervioso como un gato.

—¿No crees que ha sido simple vandalismo?

—Ni mucho menos. ¿De verdad lo piensas? Reconozco que mi coche llama la atención en un aparcamiento lleno de furgonetas, pero no lo han elegido al azar. Ha sido una advertencia, o tal vez un castigo, pero yo lo interpreto como una buena señal.

—En fin, yo no me lo tomaría tan bien como tú. Si alguien me rajara los neumáticos, montaría una de padre y muy señor mío.

—Eso demuestra que voy por buen camino.

—¿Y cuál es el camino?

—Ni idea, pero mi antagonista debe de pensar que me estoy acercando a algo.

—Sea lo que sea ese «algo».

—Exacto. Entretanto, necesito el nombre de un buen taller, si es que conoces alguno.

—Olvidas que mi hermano se dedica a eso. Taller de reparación Ottweiler, en Santa María. Al menos no te clavará.

—Estupendo. Lo llamaré. ¿Y tú qué? ¿Qué tal pinta el día?

—Estaré en la finca; vienen a ayudarme un par de hombres. Si me lo propusiera, podría pasarme el resto de la vida quitando maleza. Además he quedado allí con un contratista a las once y media, pero ven si quieres.

—Ya veremos cuánto tardan en cambiarme los neumáticos. Si todo va bien, pararé en algún sitio a comprar unos bocadillos y podemos comer juntas.

—Dile a Steve que vas de mi parte. Eso sin duda lo sorprenderá. Mejor aún, llamaré yo misma y le diré que vas a ir.

—Gracias.

* * *

Al cabo de media hora llegó al Sun Bonnet un ayudante del sheriff, que dedicó quince minutos a tomar fotografías y reunir información para la denuncia. Dijo que me pasara a recoger una copia para enviársela a la compañía de seguros. No recordaba el tope de mi franquicia, pero con toda seguridad acabaría pagando yo los neumáticos. Poco después de marcharse el agente vino la grúa y el conductor subió mi coche a la plataforma. Me metí en la cabina de un salto y recorrimos los veinticinco kilómetros hasta Santa María sin hablar apenas.

Mientras descargaban el coche, Steve Ottweiler apareció y se presentó. Tenía siete años más que Tannie, una diferencia de edad que parecía favorecerlo.



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