Primer tomo historias cortas by Varios

Primer tomo historias cortas by Varios

autor:Varios [Varios]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Varias, Audiowho Fan Traducciones
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Cuando Max y Maxine se reunieron con ellos en la sala verde, el París estaba desierto, salvo por un acomodador, impaciente por cerrar ya. El Doctor trataba de persuadirle de que apagara el aire acondicionado, pero el acomodador insistía en que cometer tal acto sin la debida autoridad equivaldría a renunciar a su puesto de trabajo.

–Mira –dijo Max–, necesitamos el lugar para un ensayo tardío, y como no tienes órdenes específicas que te autoricen a quedarte hasta tarde, ¿por qué no me das las llaves y te marchas?

–¿Con su permiso, señor Wheeler? Muy bien, buenas noches, a todos.

Susan le susurró al Doctor que no había pensado que los seres humanos no habían inventado los androides todavía. En su otro oído, Max susurró que no tenía que preocuparse por el aire acondicionado.

–Voy a arreglar eso. Nos enseñaron todo acerca de apagar las cosas en el auxiliar. Sobre todo con dinamita, por cierto, pero aun así...

–Ahora –dijo el Doctor pocos minutos después, cuando el aire acondicionado se había detenido–. ¿Qué notamos? Hmm?

Nadie dijo nada mientras el Doctor estudiaba su oscilador. Entonces Maxine lo entendió:

–Si el aire acondicionado está apagado, ¿por qué todavía puedo oír su ruido?

–Exactamente, querida. El zumbido de la BBC, como lo llamas, no está conectado con el aire acondicionado. Tiene otra fuente.

–Entonces, ¿qué pasa, Doctor?

–Dije antes que no podía entender las razones de la guerra, pero una cosa en que la guerra es muy buena es en acelerar el avance tecnológico. Ahora, escúchame: vamos a hacer un episodio de tu espléndida comedia, aquí y ahora.

Ante la insistencia del Doctor, Max y Maxine montaron el escenario como lo haría para una grabación de “De todas formas, como decía”, con todo en su posición precisa.

–La mesa de efectos debe estar un metro a la derecha –explicó Maxine, mientras ella y Max examinaban los resultados de su trabajo media hora más tarde–. Bueno, el Doctor dijo que debíamos ser precisos.

–Muy bien, jovencita –respondió Max, con la impresión de que su abuelo era tan extrañamente preciso que Susan tuvo que pasar un par de minutos fingiendo sonarse la nariz.

Las copias manchadas de té del guion más reciente fueron rescatadas de la sala verde, y la extraña actuación comenzó.

Mientras los cómicos se revolvían durante su dialogo de apertura, el Doctor vagó por el auditorio, revisando su dispositivo y murmurando con insatisfacción.

Fuera lo que fuera lo que estuviera haciendo, Susan podía verlo, no funcionaba.

A mitad de un chiste de científicos de cohetes, Maxine tuvo que llamar al Doctor tres veces para llamar su atención.

–Dije: en este punto, el guion requiere un efecto topo.

Encantada, Susan saltó de su asiento en la primera fila.

–¡Yo lo haré!

–Muy bien. Necesitas verter esos mármoles de la cesta de mimbre en el cubo de hojalata. Hazlo muy despacio, y desde cierta altura.

–Oh, ya lo sé –le aseguró Susan–. Lo he visto hacer. ¿Sólo dos veces? ¡Eso no es bueno!

–Rápido, chiquilla –le reprendió su abuelo.

Continuaron, con Susan improvisando efectos de sonido de vez en cuando de entre los variados artículos expuestos sobre la mesa, pero después de 15 minutos la decepción del Doctor era obvia.



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