Plomo en los bolsillos by Ander Izagirre

Plomo en los bolsillos by Ander Izagirre

autor:Ander Izagirre [Izagirre, Ander]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Deportes y juegos
editor: ePubLibre
publicado: 2004-12-31T16:00:00+00:00


OCAÑA CONTRA MERCKX, CONTRA LOS ALPES, CONTRA OCAÑA

A Eddy Merckx no le gustaba perder ni al parchís. Para enumerar los triunfos del belga —solo los principales— hay que controlar la respiración: cinco Tours de Francia, cinco Giros de Italia, una Vuelta a España, una Vuelta a Suiza, siete Milán-San Remo, tres París-Roubaix, cinco Lieja-Bastoña-Lieja, dos Tours de Flandes, tres Flecha Valona, dos Giros de Lombardía, tres Campeonatos del Mundo, el récord de la hora y un reguero de vueltas por etapas y victorias parciales hasta sumar 525. En su primera participación en el Tour, en 1969, Merckx ganó cinco etapas más la crono por equipos, dejó a Pingeon y Poulidor a veinte minutos, y en París se vistió el maillot amarillo, el verde de la regularidad, el blanco de la combinada, ganó el premio de la montaña y el de la combatividad. En la etapa reina de los Pirineos, cuando ya marchaba líder con más de ocho minutos de ventaja, emprendió una escapada solitaria de 140 kilómetros, digna de las gestas locas de Coppi. En la cima del Aubisque sumaba quince minutos de ventaja sobre sus perseguidores, un escándalo, pero hasta la meta faltaban 70 kilómetros llanos y en ese tramo Merckx sufrió uno de los mayores desfallecimientos de su vida. Su director, Guillaume Driessens, le pasó un bidón con champaña y zumo de naranja para intentar reanimarlo. El belga perdió la mitad de su ventaja, pero aun así en la meta de Mourenx sacó siete minutos a sus rivales. Allí los periodistas lo bautizaron para siempre: El Caníbal. Porque Merckx disputaba hasta las metas volantes, esa clasificación secundaria establecida como aliciente para los modestos. En un Giro de Italia, el pelotón atravesaba la calle principal de un pueblo cuando al fondo apareció una pancarta. Merckx arrancó, esprintó como si le fuera la vida y pasó con ventaja, seguro de que se había anotado los puntos correspondientes. Solo en los últimos diez metros levantó la cabeza del manillar y leyó lo que ponía en la pancarta: «Vota Partido Comunista».

El segundo Tour de Merckx, en 1970, no tuvo ninguna historia: El Caníbal devoró siete etapas, sacó un cuarto de hora a Zoetemelk y Petterson, ganó la montaña, la regularidad, la combatividad y las metas volantes. Los diarios franceses repitieron un juego de palabras en los titulares: «Tout Eddy», que significa «todo Eddy» pero que se pronuncia igual que «tout est dit», «todo está dicho».

Luis Ocaña también tenía algo que decir. Se hizo profesional en 1968 y apareció en el panorama ciclista como un tifón, como un corredor extraordinario que se fugaba temprano, ignoraba a sus rivales, se exprimía al máximo durante horas y cruzaba las metas solo. Ocaña, el ciclista más trágico y desgarrado, vivió en permanente lucha contra sí mismo. Cuando era niño, emigró de Cuenca a Francia con su familia. Allí le llamaban «el español de Mont-de-Marsan». En España le tachaban de comunista —todo un delito— y de francés —casi un pecado—. Fue uno de los corredores con más talento de la historia, pero él en realidad prefería ser albañil o carpintero.



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