Palmeras en la nieve by Luz Gabás

Palmeras en la nieve by Luz Gabás

autor:Luz Gabás [Gabás, Luz]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Histórico, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2012-02-01T05:00:00+00:00


XI

EL REGRESO DE CLARENCE

—¿Por qué me miras tan fijamente? —Laha entornó los ojos mientras tomaba un sorbo de su cerveza y se pasaba la lengua por los labios—. ¿Acaso no quieres olvidarte de mi cara?

Clarence bajó la vista, un poco avergonzada, y él le dio una palmadita en el brazo.

—Te prometo que buscaré alguna excusa para que la empresa me envíe a Madrid. ¿Cuánto hay de Madrid a Pasolobino? —Miró el reloj—. Iniko está tardando mucho. ¿Dónde habrá ido?

—A Baney —respondió ella con voz apagada—. A recoger a Bisila.

No se sentía muy habladora esa noche.

—¡Ah! —Laha se rio—. ¡Ya sabes tú más que yo!

Estaban sentados en una terraza junto al puerto viejo de Malabo. Hacía una noche espléndida, la más hermosa de todas en esas semanas.

Como si los cielos se hubieran esmerado en ofrecerle una despedida que no pudiera olvidar, pensó Clarence.

Miró a Tomás. También a él lo echaría de menos. Rihéka, Köpé y Börihí se habían ido hacia un rato y Melania no había acudido a la sencilla fiesta de despedida que le habían preparado, y eso que ya había regresado de Luba. Nadie hizo ningún comentario sobre la ausencia de la muchacha, una ausencia que ella agradeció porque no hubiera podido mirarla a los ojos después del viaje con Iniko, y no tanto por arrepentimiento como por los celos de saber que sería Melania quien disfrutaría de él en cuanto ella desapareciera de la isla.

—Lo siento mucho, pero me tengo que ir ya —dijo Tomás, levantándose para acercarse a Clarence—. Si alguna vez vuelves, ya sabes…

Carraspeó para apartar la emoción que sentía y se limpió las gafas con un extremo de su camiseta.

—… Me llamas y te llevaré adonde quieras.

—¿También al cementerio? —bromeó ella.

—También. ¡Pero te esperaré en la puerta!

Los dos sonrieron. Tomás cogió una mano de Clarence, la estrechó entre las suyas y se la llevó al corazón al modo bubi.

Clarence permaneció de pie hasta que desapareció de su vista. Tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no romper a llorar. Se sentó y tomó un largo trago de su bebida.

—Odio las despedidas —dijo.

—Bueno, las despedidas de ahora ya no son como las de antes —comentó Laha con la clara intención de animarla—. Internet ha terminado con muchas lágrimas.

—No es lo mismo —alegó ella, pensando más bien en Iniko. Laha estaba acostumbrado a viajar por el mundo y a disfrutar de las ventajas de la tecnología, pero su hermano no. Dudaba mucho de que lo volviera a ver, a no ser que ella regresara a Bioko.

—Menos es nada —rebatió él, echando hacia atrás un largo mechón rebelde de su cabello rizado.

Clarence lo miró con cierta envidia. Laha derrochaba un optimismo contagioso. ¡Ojalá pudiera pasar más días con él! Bueno…, con él y su familia. No sabía cómo explicarlo, pero tenía la sensación de que había estado muy cerca de descubrir algo. Apenas había tenido tiempo para pensar con serenidad en las palabras de Simón y en el detalle de que Laha, como muchos otros, también se llamase Fernando.



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