Os vigila by Amelia de Dios Romero

Os vigila by Amelia de Dios Romero

autor:Amelia de Dios Romero [Dios Romero, Amelia de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-16T00:00:00+00:00


14

Camilo llevaba días observándolos, espiando en la distancia cada uno de sus movimientos, familiarizándose con sus rutinas. Soñaba despierto y, en sus fantasías, aquel muchachito se convertía en su última víctima. Quizá sus anhelos se harían realidad y pasaría a la acción. Quería estar preparado, no desperdiciar ninguna oportunidad que se le presentase.

Como cada mañana desde hacía días, los guajes acompañaron a su padre a casa de la viuda de Guillermo. Olivia le había dicho que tenía intención de vender la casona y Camilo había deducido que el hombre estaba ayudando a dejarla en condiciones. Por lo general, la familia pasaba allí toda la mañana, comían y luego regresaban al hórreo.

Él los vigilaba desde los arbustos frente a la casa.

Hoy, sin embargo, Olivia se había llevado a los niños al río. Camilo los había seguido a distancia. Después se había escondido detrás de uno de los pilares que sujetaban el puente. En ese escondite estaba mucho más cerca de ellos que de costumbre. La proximidad no solo le permitía observarlos, sino que, además, podía escuchar con claridad sus conversaciones.

El viejo se deleitó viéndolos jugar.

Era bueno que el mocoso no le tuviese miedo al agua. Así, si desaparecía, la gente supondría que se había confiado demasiado, había caído al río y se lo había llevado la corriente.

En un momento dado, Olivia se levantó y se puso a mirar por todos lados. Por poco le descubre. Camilo tuvo que retroceder varios pasos, perdió el equilibrio y a punto estuvo de caer sobre una cama de ortigas.

¡Maldita viuda!

El otro día le dio la sensación de que le descubrió cuando se asomó sin razón a la ventana. Ahora esto. Empezaba a pensar que la puta mujer tenía un sexto sentido.

¡Cómo le gustaría mandarla al infierno con el estúpido de su marido!

Ignorando el escozor en las piernas, el viejo siguió observando a los niños en el agua.

Habían empezado a prepararse para volver a comer a casa cuando llegó una mujer que Camilo no había visto jamás. Los gritos de alegría de Mateo desvelaron su identidad. Al no ver nunca a la madre de las criaturas, el viejo llegó a la conclusión de que el padre era viudo. Que un divorciado se quedase con los hijos no era lo habitual. ¿Quién sabe? Los tiempos estaban cambiando a pasos agigantados.

La felicidad del niño era evidente. La reacción de su hermana y la desconfianza de Olivia, sin embargo, hicieron pensar a Camilo que la tal Emma no era bienvenida.

Desde su escondite oyó los planes: querían ir a comer a Nabarza.

No tenía sentido que los siguiera a casa de Olivia sabiendo que lo más probable era que se fuesen enseguida.

Camilo esperó hasta asegurarse de que nadie le veía. Entonces volvió a su casa bordeando la estrecha orilla del río. Esta tarde se instalaría en la casona abandonada frente al hórreo de la familia para verlos volver. Le quedaba tiempo de sobra. Podría encargarse de las tareas pendientes. Tanto si comían en Nabarza como si lo hacían en casa de Olivia, no volverían hasta la hora de la siesta.



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