Nuevo mundo, mundo nuevo by Arturo Uslar Pietri

Nuevo mundo, mundo nuevo by Arturo Uslar Pietri

autor:Arturo Uslar Pietri [Uslar Pietri, Arturo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Crítica y teoría literaria, Historia, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1998-01-01T05:00:00+00:00


Fantasmas de dos mundos. Ed. cit., pp. 75-83.

XXIII

Tiempo de indias

Cristóbal Colón era un hombre del Renacimiento. Pertenecía por la mente y por el estilo, por las preocupaciones y por los valores al italiano. Era un contemporáneo de Marsilio Ficino, de Leon Battista Alberti, de Brunelleschi y de Massaccio. Hernán Cortés también era un hombre del Renacimiento. Había estado en la Salamanca de Nebrija, algo debió haberle llegado de Erasmo. El que ciertamente no era un hombre del Renacimiento era Motecushoma, ni tampoco Cuauchtémoc, ni menos aún los taínos y caribes de La Española. Tampoco los negros que comenzaron a llegar a las Antillas cuando Leonardo trabajaba para Ludovico el Moro. Pertenecían a otra historia.

Este hecho simple y evidente es la base misma de la peculiaridad cultural del llamado Nuevo Mundo. No fue América el resultado del traslado mecánico de una época histórica de Occidente, sino el conflictivo fruto del encuentro de tres culturas, de tres tiempos, de tres mentalidades. Y, seguramente, esto mismo significa mucho reducir y simplificar, porque los indios de la Conquista correspondían a muchos grados diferentes de nivel social y cultural, los negros no menos y hasta los mismos europeos encarnaban la inagotable variedad que el tiempo y el lugar imponen sobre el fenómeno cultural. Decir que Colón y Cortés eran hijos del mismo fenómeno cultural es obviamente antihistórico.

No podemos decir que ambos representaban el mismo fenómeno, ni siquiera la misma hora del mundo, si es que el mundo ha tenido nunca una hora única. El Renacimiento se extendió y se manifestó por Europa con velocidades, alcances y características diferentes. No fue lo mismo el de Italia, que el de Flandes o el de Francia. Y menos aún el de España. Colón y Cortés venían de dos localizaciones, dos momentos y dos realidades distintas del vasto cambio que se estaba operando en la escena europea desde muchos años antes del nacimiento de ambos. Colón era un genovés, hombre de puerto y aventura marinera. La recién rescatada ciencia antigua debió atraer su imaginación. Andaba por la frontera de los cosmógrafos y los profetas. Cortés era un extremeño de tierra adentro, nacido en la guerra contra el moro. El Renacimiento que llega a la Salamanca de Cortés fue más atenuado. Algo le dijo la puerta plateresca de la universidad, algo debió oír de la escandalosa crónica italiana de los Borja, algo de Platón, algo de la nueva filosofía y sobre todo la gran noticia del Descubrimiento.

Los españoles, o algunos de ellos, trajeron a la nueva tierra un posible eco, ciertos testimonios y consecuencias del gran fenómeno histórico que empezaba a sacudir el Viejo Mundo. Cierta arquitectura, nada de Lutero, algún eco de modelos italianos.

Es obvio, pero habría que repetirlo para romper el dominio nefasto de las simplificaciones deformadoras, que no hubo Renacimiento en Indias, aun cuando el Nuevo Mundo formó parte importante del complejo histórico europeo que llamamos con ese nombre. Esto no revela otra cosa sino el hecho poco estudiado y evaluado, frecuentemente entrevisto y lleno de significaciones



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