No mires atras by Karim Fossum

No mires atras by Karim Fossum

autor:Karim Fossum
La lengua: es
Format: mobi
publicado: 2009-04-19T23:00:00+00:00


Knut Jensvoll no oyó el coche porque estaba utilizando un taladro eléctrico para colocar un estante donde poner a secar las zapatillas de deporte mojadas al volver del entrenamiento. Al hacer una pausa oyó el timbre de la puerta. Echó un rápido vistazo por la ventana y vio a Sejer en el escalón de arriba. Había pensado en la posibilidad de que se presentaran. Estuvo un rato recapacitando, mientras se ordenaba el pelo y la ropa. Había estado repasando mentalmente una serie de preguntas. Se sentía preparado.

Una única cosa daba vueltas en su cabeza: ¿habrían descubierto lo de la violación? Seguramente estarían allí por eso. Si has sido un canalla una vez, lo serás para siempre. Ya lo sabía. Compuso una máscara rígida, pero pensó que podría despertar sospechas, así que se esforzó e intentó sonreír. Pero entonces recordó que Annie había muerto y volvió a ponerse la máscara.

—Somos de la policía. ¿Podemos entrar?

Jensvoll asintió con la cabeza.

—Voy a cerrar la puerta del cuarto de la lavadora —explicó, haciéndoles una seña para que entraran, luego desapareció un momento y volvió enseguida. Miró preocupado a Skarre, que sacó su bloc de notas del bolsillo. Jensvoll era mayor de lo que habían pensado, estaría cerca de los cincuenta. Un tipo corpulento, pero con los kilos bien repartidos; su cuerpo era duro y firme. Parecía sano y bien nutrido, lucía un buen color de cara, un abundante pelo rojo, y un elegante y bien cuidado bigote.

—Supongo que se trata de Annie —dijo.

Sejer asintió.

—¡Qué horror, he recibido el golpe más duro de mi vida! Porque la conocía bien, creo que tengo razones para afirmar que la conocía muy bien, aunque dejara el club hace ya algún tiempo. Por cierto, aquello fue una tragedia, nadie pudo sustituirla. Ahora tenemos en la portería a una gorda que se agacha cada vez que le llega el balón. Pero bueno, al menos llena la mitad de la portería.

Detuvo la verborrea y se sonrojó ligeramente.

—Pues sí, aquello debió de ser una gran tragedia —replicó Sejer con un poco más de acritud de la que había pensado mostrar—. ¿Hacía mucho que no la veía?

—Como le acabo de decir, dejó el club. Fue en el otoño pasado, en el mes de noviembre, creo —contestó, mirando fijamente a Sejer.

—Perdone, pero me resulta un poco extraño —replicó Sejer—. Vivía en esta misma cuesta, a unos doscientos metros de aquí.

—Bueno, sí, supongo que de vez en cuando me habré cruzado con ella en el coche. Creía que me preguntaba cuándo estuve con ella la última vez de verdad, en el entrenamiento, quiero decir. Claro que la he visto, claro que sí, en el centro, en la tienda...

—Entonces le haré la pregunta de otra manera: ¿cuándo vio a Annie por última vez?

Jensvoll tuvo que pensárselo.

—No me acuerdo. Hace algún tiempo.

—No tenemos prisa.

—Un par... de semanas, quizá. En la oficina de Correos, creo.

—¿Hablaron?

—Sólo nos saludamos. Ella no hablaba mucho.

—¿Por qué dejó Annie la portería?

—Ojalá alguien pudiera explicármelo —contestó encogiéndose de hombros—. Me temo que le di mucho la lata para hacerle cambiar de idea, pero de nada sirvió.



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