Niños víctimas de la violencia by Amaro Sarita

autor:Amaro, Sarita
La lengua: spa
Format: epub
editor: Nova Casa Editorial
publicado: 2017-02-24T00:00:00+00:00

Dene, 11 años

Dene es una niña introvertida y cariñosa. Pero a primera vista causa una inexplicable extrañeza. Además de que su tipo físico representa un cuerpo de mujer que se mezcla con una inocencia de chiquilla –a lo que contribuyen sus ropas y caminar cansado – Dene tiene una mirada triste que despierta en quien la ve una angustia y una voluntad de protegerla. Todo en ella parece estar 'en el lugar equivocado' y no concuerda con su tierna edad. Dene fue derivada desde la escuela por estar perdiendo muchas clases y comprometiendo sus estudios. Concerté la entrevista inicial sin conocer a la chiquilla y un día antes de la consulta contacté con la profesora para obtener más información sobre situación. Cuál es mi sorpresa cuando durante la conversación la profesora abiertamente dice que es público que Dene y sus hermanas sufren abusos por parte del padre. No daba crédito al oír una información tan grave y a través de un discurso negligente y de desatención. Comenté mi perplejidad con la profesora, quien se justificó diciendo que las niñas ya están acostumbradas y que a una de ellas incluso le gusta. Ese registro es importante puesto que en esa biografía tuve acceso a la información antes incluso de conocer a la niña, lo que exigió un direccionamiento muy específico en nuestra relación. En nuestra primera entrevista, Dene llega a la hora exacta, acompañada por su padre. Él la lleva de la mano y ella se queda donde él la deja, en la sala de espera. Él no parece estar interesado en lo que vamos a hacer o sobre lo que vamos a hablar en el consultorio. Al oír su nombre se dirige hacia mí, mientras el padre explica que no podrá quedarse porque tiene un compromiso. Comenta que a la salida la hermana irá a buscarla. Cuando él se va, acompaño a Dene al interior de la sala. Dene entra en la sala, se sienta en la silla y se queda ahí en silencio sonriendo al suelo. Se queda con la cabeza cabizbaja, murmurando respuestas a las preguntas que le hago, en mi intento de tirar de la conversación. Digo que vi sus notas (que eran altas y han ido bajando ) y que quería saber cuál era su dificultad. Ella no responde. Le pregunto que quién era ese señor que la trajo. Mi padre, responde. ¡Qué voz tan bonita! –Digo, tocándole la mano. Ella ríe mirando al suelo, con el cuerpo encogido. Pero cuando la toco, se estremece y se aparta, inclinándose aún más hacia el suelo, quedando su cabeza ya casi entre las piernas. Le digo afectuosamente que tenía que sonreír más porque tiene una sonrisa bonita. La invito a que se acerque más a mí. Ella hace un esfuerzo, pero curiosamente me doy cuenta de que no consigue moverse, como si estuviese atada a la silla. Le pregunto si tiene amigas. Ella, todavía sin levantar los ojos del suelo, responde: mis hermanas, mi abuela y mi hermano.

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