Mumin 2--El sombrero del mago by Tove Jansson

autor:Tove Jansson
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-08-09T10:12:09+00:00

De vez en cuando, la señorita Snork los miraba.

«¡Ojalá fuese tan bella como la reina de madera! — pensó— . Ya ni siquiera tengo flequillo...»

Ella no estaba tan alegre, incluso se sentía un poco triste.

— ¿Te gusta la reina de madera? — le preguntó a Mumin.

— ¡Muchísimo! — contestó el trol, sin mirarla.

— Pero ¡dijiste que no te gustaban las chicas con pelo! — dijo la señorita Snork— . Y, por cierto, ¡no es más que una madera pintada!

— Pero ¡qué bien pintada...! — contestó Mumin.

La señorita Snork estaba apenada. Observaba el mar con la mirada perdida y se le había formado un nudo en la garganta. Poco a poco estaba poniéndose de color gris.

— ¡Esa reina de madera tiene cara de tonta...! — dijo disgustada.

Entonces Mumin levantó la cabeza.

— ¿Por qué estás gris? — preguntó sorprendido.

— ¡Por nada en particular! — contestó ella.

Mumin bajó de la proa y se sentó a su lado.

— ¿Sabes? — dijo después de un rato— . Tienes razón. ¡En verdad, la reina de madera tiene cara de tonta!

— ¿A que sí? — insistió la señorita Snork, recuperando su color rosado.

El sol descendía hacia el atardecer poco a poco y las largas y lisas olas se iban tiñendo de amarillo y dorado. Todo se volvía amarillo y dorado: la vela, el barco y los que iban sentados en él.

— ¿Te acuerdas de la mariposa dorada que vimos? — preguntó Mumin.

La señorita Snork asintió con la cabeza, cansada y feliz.

A lo lejos, la isla solitaria se encendía con los últimos rayos del sol.

— ¿Y qué pensáis hacer con el oro de Snork? — quiso saber Snufkin.

— Podríamos utilizarlo para decorar los bordes de los arriates — dijo Mamá Mumin— . Sólo los trozos más grandes, claro, los más pequeños tienen un aspecto un poco pobre.

Después, todos se quedaron en silencio, contemplando cómo el sol se hundía en el mar y cómo el azul del cielo se tornaba violeta mientras el Aventura se mecía despacito hacia casa.

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