Multiverso by Ángel Ruiz Cediel

Multiverso by Ángel Ruiz Cediel

autor:Ángel Ruiz Cediel
La lengua: spa
Format: epub
Tags: drama, ficcin, literatura, metafsica
editor: Ángel Ruiz Cediel


7

Causa y efecto

La primera virtud del conocimiento es enfrentarse a lo que no es evidente.

Jacques Lacan

Los párpados le pesaban como si fueran de plomo y las pestañas estuvieran impregnadas de azogue, pero le dieron las tres de la mañana dando explicaciones que impidieran la estampida de Lola, hora en la que esta se retiró a su cuarto más o menos conforme con un precario armisticio.

Si el juego carnal había sido costosamente necesario, el después se reveló tenso e incómodo. Siempre le sucedía algo parecido últimamente, pero tanto más ahora que ya hasta la criada le salía con exigencias de ruptura matrimonial para formar pareja con él, y con amenazas añadidas de catástrofes si esta no se verificaba.

Por una parte, se infatuaba de sí mismo ponderando que era un hombre único o lo bastante excepcional como para mover a sus amantes a pretender acapararlo en exclusiva, sin importarles desbaratar el mundo; pero, por otra, le resultaba cargante tanta celotipia, como si fuera la única criatura dignamente aprovechable de la sociedad. Lo perverso de un amor únicamente físico es la demanda de un afecto que no existe para una de las partes, pero que ha tendido su trampa a la otra.

Sentía una atracción profunda por ella, aunque de disímil naturaleza de la que experimentaba por la Divina Maia; pero esta solamente existía mientras la excitación animal se verificaba, tornándose en desagrado y repulsa visceral una vez esta se plegaba satisfecha. Era el tributo del instinto, y lo sabía. Sin embargo, no podía reprimir el negarle el alimento del que se nutría su arconte, porque solamente así lograba que este le concediera cierta paz de cuerpo y libertad de razonamiento el resto de su tiempo. Si no lo aplacaba satisfaciendo la compulsión de sus deseos, su bestia se develaba feroz y obsesiva, haciéndole ver sugerentes geometrías donde no las había y hasta desviándose todo proceso mental a la satisfacción de aquel intempestivo y exigente apetito.

Además, ¿cómo negarse siendo varón en plenitud a hembra semejante? No; de ninguna manera podía resistir la llamada que mamá Naturaleza le hacía a través de aquella carne prieta e intemperante, y de aquella pícara y sugerente geometría que abarcaba todas las lecciones aprendidas por la señora Anatomía a lo largo de eones de evolución: su rostro de ángel celeste, degradado a las miserias de la mortalidad; sus carnosos labios, que ya quisieran para sí las huríes del paraíso islámico; sus senos firmes y leves, como altivos oteros en la llanura de su tórax; su cuerpo de guitarra, templada por los exuberantes acordes de la lujuria; y aquellos muslos tan exquisita y rectamente tallados que eran la antesala de la puerta principal de la perdición moral o de la salvación de la especie al mismo tiempo, no se lo permitían. No; no podía resistirse a ella, y mucho menos si esta empuñaba con tildes de ternura su voz abemolada, que algo de sirena que arrastraba al voluptuoso naufragio tenía.

Lola le había dado un ultimátum: «O ella, o yo.»

La alternativa,



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