Montes de Oca by Benito Pérez Galdós

Montes de Oca by Benito Pérez Galdós

autor:Benito Pérez Galdós [Pérez Galdós, Benito]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1899-12-31T16:00:00+00:00


- XV -

Ven a mis manos, ven, arpa sonora.

Baja a mi mente, inspiración cristiana,

y enciende en mí la llama creadora

que del aliento del querub emana.

Esto recitaba María Luisa una tarde, atizando el fogón para poner a calentar unas planchas, cuando sintió entrar a Ibero en el comedor, donde estaba Cavallieri copiando música. Presurosa salió a recibir al Coronel, que en aquella casa merecía de continuo extremadas consideraciones, y con oficiosa y dulce voz, antes que la del bajo acabase de saludar al visitante, le dijo: «Santiago, por Dios, aguárdela usted, que no puede tardar: ha salido con Doña Leandra a comprar loza».

Con pretexto de trasladar a sitio más decoroso la visita, fuese con Ibero a la sala, donde acabó los conceptos que expresar no quería delante de Cavallieri. «No pase lo de ayer y anteayer, ¡por Dios!… Usted no tuvo paciencia para esperarla, y así se nos va el tiempo, y se escapan los días sin que Rafaela oiga las verdades que usted tiene que decirle. Crea usted que está muy echada a perder. Si usted no la sujeta, no sé, no sé, amigo Ibero, a dónde va a parar mi hermana. Anoche también entró en casa a las doce dadas… Ya no sé qué decir a los amigos, ni cómo explicar estas ausencias… Luego no pasa día sin que lleguen aquí unos recados estrambóticos, traídos por mujeres de mala traza… ¡Ay, Santiago, estoy afligidísima!… ¡Pues si llegara a mi padre y viera estas cosas! Usted, usted es quien puede traerla a la razón, y ya que no a la virtud, a la decencia, Señor, al buen parecer, al recato… Yo le digo: 'Mujer, ten cuidado, piensa en tu familia, piensa en el nombre sin tacha de nuestro padre, que ahora, por hallarse en alta posición, es el foco de las miradas de sus amigos y enemigos'. Responde que sí, que tendrá cuidado, y ya ve usted el cuidado que tiene. Yo, que la conozco, estaba contenta cuando vi que se entendía con usted, guardando las debidas reservas. 'Del mal el menos', dije. Cuando se da con personas nobles y decentes, queda el consuelo de que no habrá escándalos… Pero viene el rompimiento, que sentí, me lo puede creer, como si se nos cayera la casa encima, y mi hermana se disloca, y una tarde nos arma ese bruto de Catalá una gritería en el portal, y una mañana se planta en casa el otro, el Don Frenético, que así le llamo yo, y con pretexto de encargar música de bajo, le cuenta a mi marido mil historias que parten el corazón… Nada, nada, sea usted cariñoso y al mismo tiempo terrible: que ella vea su amistad, y que coja miedo, mucho miedo. Yo sé que a usted le respeta más que a nadie, Santiago; que le estima… y es natural que así sea. Duro en ella; pegue usted fuerte…».

—A duro no me gana nadie, amiga mía; yo pegaré… Tengo una mano como la maza de Fraga…

—Chitón, que ahí está… Es ella la que entra.



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