Monstruas y centauras by Marta Sanz

Monstruas y centauras by Marta Sanz

autor:Marta Sanz [Sanz, Marta]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: nonfiction
ISBN: 9788433916228
editor: Anagrama
publicado: 2018-02-20T16:00:00+00:00


Sonambulismo erótico

«ANTES el acoso no era acoso», apuntaba Laura Freixas en el reportaje de SModa que nos ha llevado hasta este punto. Freixas tiene razón. Pude comprobarlo cuando escribía el ensayo Éramos mujeres jóvenes y algunas de las mujeres que contestaron a la entrevista sobre su sexualidad, sus prejuicios, su ideario erótico y cómo este se relacionaba con ciertos referentes culturales, intuían que habían sido violentadas en una relación sexual. En el relato de determinados encuentros sexuales[43] se abría un oscuro punto de fuga en el que estas mujeres no se sentían capaces de definir hasta qué punto estaban haciendo lo que deseaban hacer. No son mujeres tontas ni malintencionadas, sino personas que reflexionan sobre la posibilidad de que a veces nuestros deseos sean deseos construidos que responden a patrones culturales dominantes. En la seducción y en la gimnasia sexual hay un componente instintivo, pero también existe una faceta educacional que, secularmente, ha colocado a las mujeres debajo o a cuatro patas o en situaciones en las que hay que desarrollar todo tipo de destrezas eróticas para que no te consideren una estrecha, una mojigata, una clarisa. O todo lo contrario. Un hombre en la cama es un hombre en la cama, más allá de calificativos monásticos o prostibularios. Hay mujeres que no hacen exactamente lo que desean y no son estúpidas. Luego piensan y reformulan el concepto de límite, y en esa labilidad entre lo que se quiere y lo que no se quiere, entre lo que se desea de verdad y lo que se te induce a desear desde que eres una niña, se produce un paréntesis. A veces incluso una irritación retrospectiva. Las mujeres que deciden que sí, que sí han sido violentadas —a golpes o de otras maneras—, viven experiencias de vergüenza e indefensión. A veces llega el estallido. La crepitación. La virulencia de ciertas respuestas públicas se alza contra la impunidad mantenida y entendida como normalidad. Hay que ser conscientes de que no hay justicia sin juicio, y de que en muchísimos casos lo que aún prevalece es el miedo a denunciar.

Cuando una mujer es acosada, abusada y calla, no es tonta. Está perdida y percibe, con finísimo oído, que la desigualdad legitimada a lo largo de la historia no va a jugar a su favor. Puede llegar a pensar que hace lo que debe hacer como cuando en el siglo XIX —¿en el XX, en el XXI?— las mujeres se fingían sonámbulas o muertas para no exhibir su propio deseo, una posición activa que las podía estigmatizar para siempre. Me hago la muerta, la dormida, la drogada, para que nadie me acuse de sucia, de ninfómana, de bruja, de oscura. Margaret Atwood en Alias Grace lleva a cabo una maravillosa narración de los encuentros eróticos entre el doctor Jordán y su casera Rachel, que «hablando de su propia experiencia: dice que caminaba en estado de sonambulismo. Creía estar fuera bajo la luz del sol, cogiendo flores, pero se encontró en la habitación de Simón, presa en sus brazos en medio de la oscuridad, y fue demasiado tarde, estuvo perdida.



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