Martina con vistas al mar by Elísabet Benavent

Martina con vistas al mar by Elísabet Benavent

autor:Elísabet Benavent [Benavent, Elísabet]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T05:00:00+00:00


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EL AMOR

ME desperté de golpe sin saber por qué. La luz entraba muy tímidamente por las rendijas de la persiana y todo estaba en calma. No había gritos por el pasillo ni música alta ni ningún vecino se había puesto a colgar cuadros a las nueve de la mañana de un domingo. Consulté el móvil, que tenía encendido en la mesita de noche, pero no había mensajes ni llamadas ni nada. Ni una disculpa ni mi finiquito. Me asustó darme cuenta de que hubiera dado casi cualquier cosa por una disculpa de Pablo del modo que fuera. Un mensaje habría bastado, aunque supongo que de haberlo tenido, me hubiera dedicado a criticar mentalmente la frialdad de pedir perdón de aquella manera.

Nunca había discutido así con nadie. Sí, lo sé. Las discusiones con Amaia y con Sandra muchas veces eran subiditas de tono, pero nunca estaban envenenadas y además nos conocíamos desde hacía tantísimos años que ya era como lidiar con la complicada relación que se tiene con una hermana. A decir verdad, dada la temperatura siempre templada del vínculo que me unía a mi familia, Amaia y Sandra eran lo más parecido a unas hermanas normales. Guille y Paloma, mis hermanos, me caían bien y por supuesto los quería, pero no teníamos la suficiente afinidad como para discutir de esa forma, me temo.

Pablo y yo nos conocíamos desde hacía apenas un mes y ya habíamos tenido la madre de las discusiones. La pelea más grande jamás contada en mi vida y, además, podría colgarse la medalla de haberme hecho llorar. Diez años de relación con Fernando y nunca había perdido los papeles de aquella manera. Pablo no solo me volvía loca en la cama. Pablo desestabilizaba mi vida y mi carácter, todo sobre lo que yo había impuesto unas rutinas marciales, normas y más normas que me impidieran parecer más marciana. Para alguien a quien las relaciones sociales no se le dan bien, tener a qué atenerse es un alivio. Me convencí de que interpretar un rol, un papel, fuera de mi zona de confort, era la única manera de sobrevivir con comodidad a cualquier situación.

Y llegaba Pablo, con sus anillos, sus greñas, sus camisas con pájaros dibujados…, con su obsesión por soltarme el pelo, sus dedos quemando mi piel, sus labios salados estampándose en los míos. Pero por encima de todo aquello, yo admiraba a ese hombre. Él era como yo aspiraba a ser. Quizá no en cuanto a estilo, entiéndeme. Pero tenía éxito haciendo lo que a mí me gustaba hacer. Había viajado, vivido y construido de la nada un restaurante que ya no era solamente eso: El Mar era un viaje para los sentidos, una experiencia vital para todos los que nos visitaban. Era un espejo donde todos los que trabajábamos en la cocina queríamos vernos reflejados.

Y él lo había estropeado. Y yo lo había estropeado, aunque sé que hubiera sido peor si hubiera agachado la cabeza y acatado los gritos y las órdenes. Nunca me imaginé que Pablo fuera una de esas personas que alivian su frustración siendo tiranos.



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