La muerte del comendador (Libro 2) by Haruki Murakami

La muerte del comendador (Libro 2) by Haruki Murakami

autor:Haruki Murakami
La lengua: spa
Format: mobi, epub
editor: Tusquets
publicado: 2019-01-14T23:00:00+00:00


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También de infinidad de muertes

A mitad de camino, Masahiko tenía necesidad de parar y elegimos un restaurante de carretera. Nos sentaron a una mesa junto a la ventana. Pedimos café y, como era mediodía, yo también pedí un sándwich de rosbif. Masahiko pidió lo mismo. Después se levantó para ir al baño. Mientras estaba solo miré distraído por la ventana. El aparcamiento estaba lleno. La mayoría de los clientes eran familias y casi todos los coches eran monovolúmenes. Todos muy similares, como cajas de galletas de mala calidad. La gente sacaba fotos del monte Fuji con sus teléfonos móviles y con pequeñas cámaras digitales desde un mirador situado al fondo del aparcamiento. Quizá fuera un prejuicio, pero no me acostumbraba a ver a la gente hacer fotos con los teléfonos móviles. Menos aún, al hecho de que llamasen por teléfono con una cámara de fotos.

Mientras observaba distraído el panorama, entró en el aparcamiento un Subaru Forester blanco. Nunca se me ha dado bien distinguir los distintos modelos de coches (el Subaru Forester no tiene una línea demasiado característica), pero de un solo vistazo comprendí que era el de aquel hombre. El coche avanzó despacio por el aparcamiento buscando un hueco libre, y en cuanto encontró uno se metió de cabeza. La rueda de repuesto colgada en la puerta del maletero estaba tapada con una lona donde se leía SUBARU FORESTER. Era el mismo modelo que el del coche que había visto tiempo atrás en la prefectura de Miyagi. No alcancé a ver la matrícula, pero todo indicaba que se trataba del mismo coche que el de aquella pequeña ciudad portuaria. No solo se trataba del mismo modelo, estaba casi seguro de que era el mismo coche.

Mi memoria visual es bastante precisa y duradera. Por encima de la media, me atrevería a decir. Por la suciedad y por las pequeñas marcas distintivas deduje que era el mismo. Tenía un recuerdo muy exacto de él. Se me cortó la respiración. Agucé la vista para ver quién bajaba del coche, pero justo en ese momento se cruzó un autobús grande y me tapó la vista. Como había tantos coches, el autobús no podía avanzar. Me levanté y salí. Rodeé el autobús para acercarme, pero ya no había nadie dentro del coche. El conductor había desaparecido. Tal vez había entrado en el restaurante o tal vez se había ido a hacer una foto al mirador. Me detuve, miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. Ciertamente, cabía la posibilidad de que se tratase del mismo hombre.

Miré la matrícula. En efecto, era de Miyagi, como había imaginado. Por si fuera poco, en el parachoques trasero había una pegatina con la imagen de un pez espada. Era el mismo coche, sin duda. Ese hombre había conducido hasta allí. Un escalofrío me recorrió la espalda. Intenté buscarle. Quería ver su cara de nuevo, descubrir la razón por la que no era capaz de acabar su retrato. Quizás había pasado por alto algo en él. No le encontré, pero memoricé el número de la matrícula.



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