Los hermanos Willoughby by Lois Lowry

Los hermanos Willoughby by Lois Lowry

autor:Lois Lowry [Lowry, Lois]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2008-03-30T16:00:00+00:00


14.

REENCUENTRO CON UN BEBÉ

Nani y los hermanos Willoughby salieron a pasear. Era una actividad que las familias chapadas a la antigua realizaban de vez en cuando, para exponerse a una revitalizante dosis de aire fresco. Nani se había puesto su capa azul, que era el uniforme oficial de las niñeras.

—Paso ligero, niños —dijo Nani—, y balancead los brazos.

Así lo hicieron.

—Podéis caminar haciendo cabriolas, si queréis —dijo Nani—. Hacer cabriolas es muy saludable.

—¿Qué son las cabriolas? —preguntó Jane.

—Eso, ¿qué son las cabriolas? —preguntaron los gemelos.

—Consiste en saltar y dar brincos, so memos —les dijo Tim, que se adelantó para hacer una demostración.

—No vuelvas a decir eso —le regañó Nani—. Es una palabra feísima.

—¿Y qué tal «pánfilo»? —preguntó Jane.

—Bueno, de momento permitiremos «pánfilo» —dijo Nani, tras meditarlo unos segundos—. Si alguien hace una estupidez muy gorda, tenéis permiso para llamarle pánfilo. Por cierto —añadió, mirando a Tim, que acababa de regresar—, si crees que eso era hacer cabriolas, es que eres un pánfilo. Te voy a enseñar yo lo que es hacer cabriolas.

Nani les hizo una demostración, brincando hasta la esquina del bloque con la capa ondeando por detrás de ella. Se dio la vuelta y les hizo señas a los niños para que se acercaran, y ellos se reunieron con ella uno por uno, haciendo cabriolas. Nani les dio algunas indicaciones más («Levanta un poco más el pie izquierdo, Tim»; «No seas tímido, A, esfuérzate a tope»; «Buen trabajo, B, mucho mejor que antes»), y a Jane le dio una palmadita en la espalda, ya que tropezó y se peló la rodilla, pero estaba haciendo un esfuerzo heroico por no llorar.

Después de caminar durante varias manzanas, y tras haber recorrido la última haciendo cabriolas, los niños se dieron cuenta de que habían llegado a una calle que les resultaba familiar. No habían vuelto desde el día en que pasaron por allí arrastrando un carrito que contenía una cesta con un bebé dentro. Tim le asestó un codazo a Barnaby A y señaló con la cabeza hacia la mansión que se alzaba un poco más adelante. Los dos gemelos la observaron con nerviosismo, pero después miraron para otro lado y se pusieron a debatir sobre la calidad del asfalto de la calle y sobre una nube, con una forma peculiar, que flotaba por el cielo. Jane se quedó callada y puso cara de pena. Lo cierto es que a ella le gustaba el bebé, pese a que cuando le cortaron el pelo le pareció un poco feúcha. De vez en cuando la echaba de menos y se preguntaba qué habría sido de ella.

Nani siguió haciendo cabriolas, sin darse cuenta del silencio en que se habían sumido los niños.

—Han reparado las ventanas —susurró Barnaby B.

—Y han dado de comer al gato —comentó su hermano gemelo—. Antes estaba flacucho, pero ahora se le ve rollizo.

—Alguien ha cortado el césped —apuntó Tim.

—Chisss —dijo de repente Jane—. Oigo una risita.

Se quedaron inmóviles, los cuatro, y al cabo de un rato regresó Nani. Había recorrido la manzana entera haciendo cabriolas, pensando que los niños la seguían.



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