¡Judy Moody es doctora! by Megan McDonald

¡Judy Moody es doctora! by Megan McDonald

autor:Megan McDonald [McDonald, Megan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 2004-11-15T00:00:00+00:00


* * *

Judy se encargó de darle de comer a Ranita durante cuatro días. Le llevó a Stink los deberes a casa durante cuatro días. Durante cuatro días, vio con Stink sus programas favoritos, aunque ella hubiera preferido el Canal de Operaciones.

Fue entonces cuando lo vio: en un anuncio de la tele apareció la única cura segura para Stink. El anuncio decía: «¿Estás siempre cansado?». Sí. (¡Stink estaba dormido en ese momento!). «¿Estás enfermo? ¿Quieres estar sano? ¿Vivir más?». Sí, sí, ¡SÍ!, le dijo Judy al televisor. «Entonces tenemos un secreto para ti. ¡PASAS!», anunció la señora de la tele.

—¿PASAS? ¡Buajjj!

Y continuó: «Muérdelas, mastícalas, no las rechaces. ¡PASAS DE CALIFORNIA! El supertentempié lleno de energía. ¡Absolutamente delicioso! ¿Vas a subir hoy al Everest? ¡Llévate unas PASAS!».

Judy no pensaba que Stink fuera a escalar pronto el Everest… apenas podía tumbarse sólo en la cama. Pero valía la pena probar. Bastaba con convencer a Stink.

Judy bajó de puntillas a la cocina y abrió los armarios. Bolsitas de té, mantequilla de cacahuete, rosquillas, galletitas… tenían que estar por allí las pasas. Judy arrimó una silla para llegar a los armarios más altos. ¡Ajá! ¡Una bolsa reluciente!

¡¿Salsa?!

No. Con salsa no subías al Everest. Con salsa no te curabas las anginas. Con salsa no vivías más.

Pero de pronto vio un sol amarillo brillante en una bolsa morada y rosa. ¡Por fin! Judy encontró dos bolas arrugadas: ¡las pasas eran asquerosas! Pegajosas. Estaban arrugadas como los elefantes y parecían excrementos de búfalo de hace ciento cincuenta años. Cordones umbilicales resecos de hace doscientos años. Anginas de hace doscientos cincuenta años. ¿Por qué hay que comer cosas malas para que pasen cosas buenas?

Según Judy Moody, el mundo funcionaba al revés.

La doctora Judy subió de nuevo a la habitación de Stink.

—¡Stink! ¡Despierta!

—¿Qué…?

—¡Tengo el remedio para ti! Lo llevo en la mano, se acabó la fiebre. Se terminaron las anginas de uva.

Judy le mostró las pasas.

—¿Qué? ¿Qué es eso? —se extrañó Stink.

—Pasas. El secreto para no enfermar. El secreto para escalar el Everest.

—Parecen piedras lunares. O ciruelas petrificadas.

—O los vómitos de búho que trajo el señor Todd a clase de Ciencias…

—¡Vómitos de búho! Son bolas peludas… asquerosas.

—Las pasas son sólo pasas —dijo Judy—. Vamos. Un mordisco.

—Nunca. Paso de tus pasas, Ciruela de Vil. No me voy a comer una bola peluda. No me voy a comer un vómito.

—¿No quieres vivir más? ¿No quieres volver a tener las anginas pequeñitas?

—De acueeerdooo. Entonces ayúdame, dime cosas buenas sobre las pasas.

Judy olió una pasa.

—Que no huelen como un excremento de búfalo.

—¡¿Eso es lo mejor que sabes decir de una pasa?!

—Ni son peludas.

—Que no tengan pelos está bien —opinó Stink.

—Ya lo sé. Cierra los ojos. Cuando cuente tres, LOS DOS nos comemos una pasa al mismo tiempo.

—Una…

Stink apretó fuerte los ojos.

—Dos…

Judy tiró su pasa a la papelera.

—Y tres…

Stink se metió la suya en la boca.

—¡Buaj! —Stink escupió la pasa, que salió volando y acabó convertida en una bola con pelusas del suelo.

—¡La he chupado! ¡Me ha tocado las papilas gustativas!

—Se suponía que tenía un sabor ABSOLUTAMENTE delicioso.



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