Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros by John Steinbeck

Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros by John Steinbeck

autor:John Steinbeck [Steinbeck, John]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1976-01-01T05:00:00+00:00


La noble historia de Lanzarote del Lago

(Y en verdad es noble. J. S.)

Tras un periodo largo y turbulento, el rey Arturo, merced a la fortuna y la fuerza de las armas, destruyó o sometió a los enemigos que tenía dentro y fuera del reino, y persuadió a todos sus vasallos de su derecho al trono. Para llevar a cabo tamaña empresa, el rey había atraído a su corte a los caballeros más esforzados y a los guerreros más recios del mundo entero.

Después de lograr la paz a través de la guerra, el rey Arturo se vio en el dilema de todos los soldados en tiempos de quietud. No podía desbandar a sus caballeros en un mundo donde la violencia dormía un sueño inquieto. Y por otra parte, es difícil, cuando no imposible, preservar la fuerza y el temple de los hombres de armas si no utilizan las armas, pues nada se herrumbra con tanta prontitud como una espada en desuso o un soldado ocioso.

Arturo, que no ignoraba esto, adoptó el criterio de todos los generales de todas las épocas. Organizó juegos que imitaban la guerra para que no flaquearan la fuerza ni el esfuerzo de sus caballeros: justas, torneos, cacerías e interminables prácticas guerreras. Con estos mortales ejercicios, la hermandad de la Tabla Redonda procuraba preservar la destreza y el coraje, arriesgando la vida en pro de la gloria. En estos simulacros de batalla medraba la honra de algunos caballeros, mientras que otros rodaban por el campo victimas de infortunados lanzazos o estocadas.

Y en tanto que los caballeros veteranos mantenían bruñidas sus armas, acaso evocando auténticas batallas, los jóvenes, cuyos brazos sólo conocían las lides entabladas en las justas, abominaban de ellas.

Así aprendió Arturo la lección que todos los caudillos aprenden con perplejidad: que la paz, y no la guerra, es la que destruye a los hombres; la tranquilidad, y no el peligro, la madre de la cobardía; la opulencia, y no la necesidad, la que acarrea aprensiones e inquietud. El rey descubrió que la anhelada paz, lograda a un precio tan amargo, engendraba más amarguras que la angustia padecida para alcanzarla. El rey Arturo veía con aprensión cómo los jóvenes caballeros, en principio destinados al ejercicio de la guerra, agotaban sus fuerzas en el cieno del lamento, la confusión y la autocompasión, condenando los viejos tiempos sin haber creado nada para reemplazarlos.

Entre los más aguerridos caballeros de la Tabla Redonda, Sir Lanzarote ocupaba el lugar más destacado. Había dado prueba de si mismo, acrecentando su honra y dignidad, hasta que ganó fama como el mejor caballero del mundo. Nadie lo derrotaba en la batalla, la justa o el torneo, salvo por traiciones o encantamientos. Este era el mismo Lanzarote que cuando niño había escuchado la profecía de Merlín según la cual estaba destinado a ganar preeminencia en la orden de la caballería. En sus mocedades y juventud se había empeñado en dar cumplimiento a la profecía, desdeñando todo lo que no fuera su oficio de caballero hasta superar a los caballeros de la Tabla Redonda tal como ellos superaban a todos los otros.



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