Los galeones de las especias by Leopoldo Stampa Piñeiro

Los galeones de las especias by Leopoldo Stampa Piñeiro

autor:Leopoldo Stampa Piñeiro [Stampa Piñeiro, Leopoldo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2020-03-01T00:00:00+00:00


Embarcaron un total de 450 hombres a las órdenes del comendador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, fray García Jofre de Loaysa, «gobernador y capitán general de dicha armada y de dichas islas de Maluco, en tierras o provincias de ellas», título conferido por Carlos I en sus órdenes de 5 de abril. Loaysa, «a falta de experiencia en los caminos del mar, ostentaba un reluciente título de nobleza», señala crítico Francisco Santiago[300], pero al «no tratarse de una navegación sino de una expedición de asentamiento, las capacidades exigidas al jefe de ella excedían en muchos sentidos a la pura pericia náutica, cosa que comúnmente se olvida», corrige Rodríguez González[301].

Como segundo piloto mayor y guía de la expedición, viajaba a bordo de la Sancti Spiritus Juan Sebastián Elcano, cuyas credenciales náuticas eran superiores a las de cualquier otro piloto sobre tierra o mar en aquellas fechas. También navegaba en aquella ocasión otro vasco valiente y eficaz, Andrés de Urdaneta, natural de Villafranca de Ordizia, hijo del regidor de esa villa, don Juan Ochoa de Urdaneta, y tan apasionado con las cosas del mar que el regidor convenció a Elcano para que lo llevase como paje a sus 17 años. Andrés de Urdaneta dará días de gloria a las escuadras del emperador Carlos y pasará a la historia como el descubridor del «tornaviaje», buscando —y encontrando— los vientos favorables del norte, semejantes en el Pacífico a los que Colón conocía sobre el Atlántico, asegurando así la carrera del Pacífico y de la Nueva España: el viaje de retorno. Ese descubrimiento inauguró la arribada del galeón Manila-Acapulco en una ruta que duraría hasta 1816. Pero a ello llegaremos.

La expedición sumaba —al menos sobre el papel— todas las ventajas, parabienes y buenos augurios que pudieran pensarse: Iba a navegar por rumbos ya sabidos; se conocía la existencia del estrecho de Magallanes; la financiación española y extranjera había acudido presta y en volumen; la confianza en el negocio de la Especiería era obvia; la flota de siete naves era de las mayores levantadas en la época y congregaba a bordo a la flor y nata de los marinos, pilotos y cosmógrafos; y sin embargo, pese a que prometía ser una empresa madura e ideal, los pormenores de la expedición de Loaysa tuvieron el común denominador del drama y de la mala suerte.

La escuadra zarpó de La Coruña el 25 de julio —día de Santiago— de 1525. Hicieron aguada en la Gomera y el 14 de agosto tomaron rumbo sur. El 18 de agosto, ocurrió la primera desgracia; el mástil del palo mayor de la nao capitana se rompió debido a la mar gruesa. Al día siguiente la situación empeoró. La Victoria así averiada abordó a la Santa María del Parral y le impactó en la popa abatiéndole el palo de mesana. Con lo cual, la vela latina, que era la que ayudaba al timón, quedó inservible. El 5 de septiembre casi se pierden la San Gabriel y el Santiago persiguiendo a un buque que se creyó francés.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.