Los ecos de la Marsellesa by Eric Hobsbawm

Los ecos de la Marsellesa by Eric Hobsbawm

autor:Eric Hobsbawm [Hobsbawm, Eric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1990-01-01T05:00:00+00:00


4. SOBREVIVIR AL REVISIONISMO

Durante los últimos veinte años hemos asistido a una reacción historiográfica masiva contra esta opinión canónica. Hace veinte años, John McManners, en la New Cambridge Modern History, ensalzaba con términos extravagantes a Lefebvre, cuya síntesis gozaba de un amplio respeto. Crane Brinton, típico defensor del leninismo, desestimó Social Interpretation of the French Revolution de Cobban, piedra angular del revisionismo, por considerarla obra de un anticuado historiador antiteórico que, dado que ni siquiera él podía prescindir de una «interpretación», proponía algo mucho más simplista que lo que él mismo rechazaba[204]. Pero en 1989, un libro excelente y equilibrado, basado en la vieja perspectiva, La Revolution Française (1988) de George Rudé, se descartó por ser obra de un hombre que «se preocupa por la distribución de la carga cuando el barco torpedeado… está en el fondo del mar» y por ser «una recapitulación de viejas ideas que han perdido todo crédito a la luz de investigaciones más recientes. Ya no encaja con los hechos tal como éstos se perciben hoy»[205]. Y un historiador francés considera que el trabajo de François Furet consiste en «diffuser les thèses de Cobban et de ses successeurs» («difundir las tesis de Cobban y de sus sucesores»)[206]. Dudo que algún período anterior de la historiografía revolucionaria haya sufrido una inversión de opiniones tan drástica como ésta.

El exceso de extremismo de algunas de las exposiciones más comunes nos advierte que estamos tratando con algo más que con meras emociones académicas. Ejemplo de ello son las palabras «los hechos tal como se perciben hoy» (la cursiva es mía), pues no hacen referencia a los hechos sino a nuestra interpretación de los mismos. La tentativa por demostrar que la Revolución francesa según como se mire no fue importante lo confirma, pues no sólo no es plausible sino que va contra la opinión universal del siglo XIX. En resumen, se trata de lo contrario al inevitable cambio social que el joven Benjamin Constant, el primero y más moderado de los grandes burgueses liberales moderados tenía en mente cuando en 1796 escribió; «Al final, debemos ceder ante la necesidad que nos arrastra, debemos dejar de ignorar la marcha de la sociedad»[207]. Fue (cito una opinión reciente) «azaroso al principio y poco efectivo al final»[208]. Por supuesto hay ideólogos, algunos de ellos historiadores, que escriben como si la Revolución pudiera considerarse prescindiendo del contexto de la historia moderna (aunque el autor de la última cita no se cuenta entre ellos). Es evidente que pensar que la Revolución francesa no es más que una especie de traspié en la lenta y larga marcha de la eterna Francia es absurdo.

La justificación oficial de esta inversión es que la investigación acumulada hace que las viejas opiniones resulten insostenibles. Por supuesto, la investigación en este campo ha aumentado considerablemente aunque no precisamente en Francia, y sin duda no entre los revisionistas de ese país. Paradójicamente, la ortodoxia historiográfica de posguerra, la escuela de los Annales (hasta donde era una escuela), no prestó demasiada atención a



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