Libro de la vida by Santa Teresa de Jesús

Libro de la vida by Santa Teresa de Jesús

autor:Santa Teresa de Jesús [Teresa de Jesús, Santa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1588-01-01T05:00:00+00:00


CAPÍTULO XXVI

Prosigue en la mesma materia. Va declarando y diciendo

cosas que le han acaecido, que la hacían perder el temor y

afirmar que era buen espíritu el que la hablaba.

1. Tengo por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Señor este ánimo que me dio contra los demonios; porque andar un alma acobardada y temerosa de nada si no de ofender a Dios, es grandísimo inconveniente, pues tenemos Rey todo poderoso y tan gran Señor que todo lo puede y a todos sujeta. No hay que temer, andando —como he dicho—, en verdad delante de Su Majestad y con limpia conciencia. Para esto, como he dicho, querría yo todos los temores: para no ofender en un punto a quien en el mesmo punto nos puede deshacer; que, contento Su Majestad, no hay quien sea contra nosotros que no lleve las manos en la cabeza.

Podráse decir que ansí es; mas que ¿quién será esta alma tan reta que del todo le contente? y que por eso teme. No la mía, por cierto, que es muy miserable y sin provecho y llena de mil miserias; mas no ejecuta Dios como las gentes, que entiende nuestras flaquezas: mas por grandes conjeturas siente el alma en sí si le ama de verdad, porque en las que llegan a este estado no anda el amor disimulado como a los principios, sino con tan grandes ímpetus y deseo de ver a Dios, como después diré, u queda ya dicho. Todo cansa, todo fatiga, todo atormenta; si no es con Dios u por Dios, no hay descanso que no canse, porque se ve ausente de su verdadero descanso, y ansí es cosa muy clara que, como digo, no pasa en disimulación.

2. Acaecióme otras veces verme con grandes tribulaciones y mormuraciones sobre cierto negocio que después diré, de casi todo el lugar adonde estoy[1] y de mi orden, y afligida con muchas ocasiones que había para inquietarme y decirme el Señor: ¿De qué temes? ¿No sabes que soy todo poderoso? Yo cumpliré lo que te he prometido (y ansí se cumplió bien después), y quedar luego con una fortaleza, que de nuevo me parece me pusiera en empreender° otras cosas, anque me costasen más trabajos, para servirle, y me pusiera de nuevo a padecer. Es esto tantas veces, que no lo podría yo contar: muchas las que me hacía repreensiones y hace cuando hago imperfeciones, que bastan a deshacer un alma. Al menos train consigo el enmendarse, porque Su Majestad —como he dicho— da el consejo y el remedio. Otras, traerme a la memoria mis pecados pasados, en especial cuando el Señor me quiere hacer alguna señalada merced, que parece ya se ve el alma en el verdadero juicio; porque le representan la verdad con conocimiento claro, que no sabe adonde se meter. Otras, avisarme de algunos peligros míos y de otras personas, cosas por venir, tres u cuatro años antes, muchas, y todas se han cumplido. Algunas podría ser señalar.[2] Ansí que hay tantas cosas para entender que es Dios, que no se puede inorar, a mi parecer.



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