Los cinco 19 - Los cinco han de resolver un enigma by Blyton Enid

Los cinco 19 - Los cinco han de resolver un enigma by Blyton Enid

autor:Blyton, Enid [Blyton, Enid]
Format: epub
Tags: Desconocido
editor: Desconocido
publicado: 2009-12-28T22:11:05+00:00


CAPITULO X

LOS CINCO EN APUROS

Julián se acercó hasta la orilla y miró mar adentro tratando de descubrir el bote."Si lo viese, podría llegar hasta él a nado y traerlo hasta la playa —pensaba—. Bueno. No hay rastro de la embarcación. ¡Soy un estúpido!"

Dick se acercó a él, muy preocupado.

—Supongo que habrá demasiada distancia para ir nadando —dijo—. De todos modos, podría intentarlo y regresar con un bote a buscaros.

—No, está demasiado lejos —rechazó Julián—. Además, la marea es demasiado fuerte por muy buen nadador que fueses. Estamos en un verdadero apuro.

—¿No podríamos hacer señales? —preguntó Dick.

—¿Y con qué? —preguntó a su vez Julián— Podrías estar haciendo ondear una camisa durante una hora. Te aseguro que desde la costa no la verían.

—Bueno, pues tenemos que pensar algo —dijo Dick, exasperado—. ¿Por qué no buscamos un bote aquí mismo en la isla? Esos hombres tienen que disponer de uno para ir y venir.

—¡Claro! —exclamó Julián, golpeando la espalda de Dick—. ¿Qué le pasará a mi cabeza? Parece que últimamente no funciona demasiado bien. Si encontrásemos un bote podríamos volver a tierra de noche, cuando subiese la marea. Es posible que tengan dos o tres. Deben de ir a buscar la comida a la costa. Sólo falta encontrarlos, claro.

Las dos niñas y Tim se acercaron a ellos. Tim gimió.

—No le gusta nada la isla —dijo Jorge—. Creo que presiente peligro.

—Apuesto a que sí —asintió Dick, acariciando la cabeza del perro—. Me alegro mucho de que esté con nosotros. ¿Se os ocurre algo a vosotras?

—Podríamos hacer señales —propuso Jorge.

—No, no las verían desde la costa —respondió Dick—. Ya habíamos pensado en ello.

—Bueno, si encendiésemos una hoguera por la noche en la playa, seguro que la verían.

—¡Exactamente! —exclamó Julián—. Si la encendiésemos en un punto un poco alto, como aquel promontorio de allí, seguro que la verían y vendrían a buscarnos.

—Pero ¿no la verían también los guardas? —preguntó Dick.

—Tendremos que arriesgarnos —contestó su hermano—. Sí, la encenderemos. Es una idea estupenda, Ana. Tengo un hambre horrorosa. ¿A alguien se le ha ocurrido traer algo de comer?

—Yo tengo dos barras de chocolate, aunque están un poquito blandas —dijo Jorge rebuscando en sus bolsillos.

—Y yo tengo algunos caramelos de menta —añadió Ana—. ¿Y vosotros, chicos? Tú siempre llevas terrones de azúcar, Dick. No me digas que ahora que nos hacen falta no tienes.

—No te preocupes. Llevo un paquete entero —dijo Dick—. Tomemos algunos.

Sacó el paquete del bolsillo y un minuto más tarde todos estaban chupando terrones de azúcar, incluso Tim, que se tragó el suyo en un abrir y cerrar de ojos.

—Es un despilfarro darte terrones de azúcar, Tim —le regañó Ana—. ¡Cric, crac, y adentro! Eso es todo lo que sabes hacer con un terrón de azúcar. ¿Por qué no lo chupas como nosotros? No, no te daremos ninguno más.

Tim se enfadó. Se alejó de los niños, olfateando por la playa hasta que encontró un rastro de conejo y se puso a seguirlo.

Los chicos, entretenidos hablando de la situación, no se dieron cuenta de su marcha.

No



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.