Los cinco 08 - Los cinco se ven en apuros by Blyton Enid

Los cinco 08 - Los cinco se ven en apuros by Blyton Enid

autor:Blyton, Enid [Blyton, Enid]
Format: epub
Tags: Desconocido
editor: Desconocido
publicado: 2009-12-28T22:10:48+00:00


—Además, todo esto es el resultado de tus engaños y mentiras —añadió Jorge, furiosa—. Por tu culpa se nos estropeó la excursión, Dick ha sido encerrado y el pobre Tim tiene que estar afuera sin mí.Ricardo pareció sorprendido. Se encogió en un rincón y no añadió una palabra más. Se sentía muy desdichado. Nadie le quería y nadie tenía fe en él. Verdaderamente era un personaje muy insignificante.

CAPÍTULO XII

JULIÁN INVESTIGA LOS ALREDEDORES

La mujer les trajo un poco de comida, consistente en pan con mantequilla y mermelada y café caliente para beber. Los cuatro niños no estaban muy hambrientos, pero sí tenían sed. Se bebieron el café con ansia.Jorge abrió la ventana y llamó despacito a Tim.

—¡Tim! Aquí hay algo para ti.

El perro continuaba allí abajo, observando y esperando. Sabía dónde se encontraba su ama. Había ladrado y lloriqueado por algún tiempo, pero ahora aparecía ya tranquilo.

Jorge estaba resuelta a hacerle entrar por el medio que fuese. Le dio todo su pan con mermelada, tirándoselo trozo a trozo y escuchando cómo lo devoraba. Hallaba algún consuelo en el pensamiento de que el viejo Tim sabía que ella pensaba en él.

—¡Escuchad! —dijo Julián viniendo del pasillo donde había permanecido algún tiempo al acecho—. Me parece que debiéramos apagar esta luz y que vosotros os acomodéis en los colchones. Colocaré un bulto en el mío y, así, si alguien viene, creerá que estoy en mi puesto. Pero no estaré.

—¿Adónde te irás, entonces? —preguntó Ana—. No nos dejes solos, por favor.

—Me esconderé en el pasillo, dentro del armario —explicó Julián—. Tengo el presentimiento de que nuestro agradable anfitrión, el señor Perton, se ocupará muy pronto de venir a encerrarnos con llave, y no tengo la menor intención de dejarme encerrar. Antes inspeccionará la habitación con su lámpara para ver si nos hemos dormido. Cuando se haya ido, os abriré y no habrá conseguido tenernos prisioneros.

—Es una idea estupenda —dijo Ana arropándose con una manta—. Es mejor que te metas en el armario cuando antes, Julián, no vaya a ser que nos cierren la puerta con llave para toda la noche.

Julián apagó la lámpara. Anduvo de puntillas hasta la puerta y salió, dejándola entreabierta. Ya en el pasillo, se dirigió hacia donde recordaba haber visto el armario. ¡Ah! ¡Allí estaba! Asió el mango y tiró. La puerta se abrió silenciosamente. Se deslizó dentro y dejó la puerta asimismo entreabierta para poder ver si alguien venía por el pasillo.

Esperó durante un intervalo de veinte minutos. El armario olía a moho y resultaba muy aburrido permanecer en su interior sin hacer nada en absoluto.

De pronto, por la ligera rendija de la puerta, notó como una luz se acercaba. ¡Alguien venía!

Miró a través de la abertura. Vio al señor Perton caminando de puntillas a lo largo del pasillo, con una pequeña lámpara de aceite en la mano. Fue hacia la puerta de la habitación de los niños y la empujó un poco. Julián lo observaba sin apenas atreverse a respirar.

¿Se daría cuenta de que el bulto que ocupaba



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