Las mil y una noches by Anónimo

Las mil y una noches by Anónimo

autor:Anónimo [Anónimo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1700-01-01T05:00:00+00:00


Cuando llegó la noche quinientas veinte, refirió:

—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que «mientras el rey Tigmus estaba tranquilamente sentado, se le presentó un mensajero y le dijo: “He visto que se levantaba una nube de polvo en la lejanía, que ascendía hasta lo más alto del aire”. El rey Tigmus ordenó a un grupo de sus soldados que saliesen en descubierta para ver de qué se trataba. Marcharon para cumplir la orden, y luego regresaron y dijeron: “¡Oh, rey! Hemos visto la nube de polvo; al cabo de un rato el aire lo ha dispersado, y hemos podido contar siete banderas, debajo de cada una de las cuales marchaban tres mil caballeros; se dirigía hacia el campamento del rey Kafid”. Cuando el rey Faqun al-Kalb llegó ante Kafid, lo saludó y le preguntó: “¿Qué te ocurre? ¿Qué significa esta batalla en la que te encuentras?” Kafid contestó: “¿Es que no sabes que el rey Tigmus es mi enemigo, el asesino de mis hermanos y de mi padre? He venido a combatirlo y a vengarme”. “¡Que el Sol te bendiga!” El rey Kafid tomó consigo al rey Faqun al-Kalb, lo condujo a su tienda y se alegró mucho de su llegada. Esto es lo que hace referencia al rey Tigmus y al rey Kafid.

»He aquí ahora lo que se refiere a Chansah. Durante dos meses no vio a su padre ni permitió que entrase a hacerle compañía ninguna de las concubinas que estaban a su servicio. Todo ello lo llenó de una gran inquietud. Preguntó a uno de los de su séquito: “¿Qué le ocurre a mi padre que no viene a verme?” Le explicaron lo que le había ocurrido con el rey Kafid. El príncipe dijo: “¡Traedme mi corcel para que vaya a reunirme con mi padre!” “Oír es obedecer”, le contestaron. Le llevaron el corcel, y cuando lo tuvo delante, el príncipe se dijo: “Yo estoy preocupado por mis cosas. Lo mejor será que monte en mi caballo y me dirija a la ciudad de los judíos. Una vez llegue a ella, Dios hará que encuentre al comerciante que me tomó a sueldo para trabajar. Tal vez haga conmigo lo que hizo la primera vez. Nadie sabe dónde se encuentra la felicidad”. Montó a caballo y, tomando consigo mil jinetes, se puso en camino.

»Las gentes decían: “Chansah va a reunirse con su padre para combatir a su lado”. Cabalgaron sin descanso hasta la caída de la tarde. Entonces acamparon en una gran pradera y pernoctaron en ella. Una vez se hubieron dormido y el príncipe hubo comprobado que todos los soldados dormían, se levantó sigilosamente, se puso el cinturón, montó en su corcel y emprendió el camino de Bagdad, ya que había oído decir a los judíos que cada dos años llegaba una caravana de Bagdad. El príncipe se decía: “Cuando llegue a Bagdad, me incorporaré a la caravana hasta llegar a la ciudad de los judíos”. Resuelto a ello, emprendió el camino. La tropa, al despertarse



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