Las mil caras de Amanda by Inés Díaz Arriero

Las mil caras de Amanda by Inés Díaz Arriero

autor:Inés Díaz Arriero
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Juvenil
publicado: 2019-10-01T22:00:00+00:00


Capítulo 35

Amanda estaba sentada en un sofá con un tapizado anticuado y feo. Tenía el ceño fruncido, la boca cerrada y los puños apretados. A su alrededor, cuatro paredes pintadas en gotelé blanco y cubiertas por demasiados cuadros enmarcados en tonos dorados.

En el sofá de enfrente, al otro lado de la mesita de centro, Isabel leía una revista de cotilleos. De vez en cuando farfullaba en voz baja alguna crítica hacia los protagonistas de los reportajes, pero en ninguna de las ocasiones obtuvo respuesta. Las otras dos personas que había en la salita permanecían absortas en sus propias páginas de papel cuché y su hija llevaba dos días enteros sin dirigirle la palabra.

Amanda estaba muy enfadada con ella desde que el sábado, a la hora de la comida, había soltado la noticia bomba. Las palabras de Isabel cayeron en la mesa igual que lo hubiera hecho una piedra en la fuente de gazpacho, salpicando de motas rojizas a todos los que se encontraban cerca. El calor había subido de inmediato a las mejillas de Amanda, que había clavado los ojos en el rostro de su madre, incrédula. ¿Cómo había sido capaz de hacerle eso?

—Es uno de los mejores neurólogos especialistas en esclerosis múltiple —justificó la mujer, convencida de que aquel era un argumento irrefutable—. Cuenta con una dilatada experiencia en el campo, ha seguido todos los avances que se han logrado durante los últimos tiempos y no sabes lo afortunadas que somos porque nos atienda tan pronto. Lo habitual es que tenga una lista de espera de meses… Por no hablar de lo que nos va a costar la consulta. Pero merece la pena. Estoy dispuesta a invertir todo el dinero que haga falta para que te cures.

—¡Pero yo no quiero que te gastes nada! —chilló Amanda, cuando su madre terminó su disertación—. Con un médico tengo de sobra. No quiero ir a ningún otro. Me gusta la doctora Salas. Además, estoy de exámenes y no me apetece perder el tiempo yendo de médico en médico como una anciana.

—Pero esa doctora tan joven no está asistiéndote de manera eficaz. El fármaco que te ha recetado no hace efecto —contradijo la madre—. Sin embargo, este prestigioso neurólogo cuenta con la ventaja de la experiencia, como ya te he dicho. Y estoy convencida de que va a conseguir que no vuelvas a tener ningún problema. ¿No es eso lo que quieres?

Los dos hombres de la casa observaban la escena en silencio, sin atreverse a intervenir. Raúl introducía una y otra vez la cuchara en el cuenco, para después dirigirla a su boca, de manera mecánica. Mientras tanto, Diego había dejado caer la suya en el interior de la sopa fría y aguardaba el momento de dejar salir las palabras que se le habían acumulado en la boca, pero que no quería soltar delante de su hermana.

—¡Pues no pienso ir! ¡Soy mayor de edad! ¡No puedes obligarme!

Amanda se puso de pie, empujando la silla con tanta fuerza que cayó tras ella dando un golpe.



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