Las huellas imborrables by Camilla Lackberg

Las huellas imborrables by Camilla Lackberg

autor:Camilla Lackberg
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Novela Policiaca
publicado: 2011-02-10T00:00:00+00:00


* * *

Gösta se sentía ligeramente culpable. Si él hubiese cumplido con su obligación, quizá el tal Mattias no se encontrara ahora en el hospital. O, bueno, en realidad, ignoraba si eso había tenido algo que ver. Pero quizá, de haberlo hecho, hubiese averiguado que Per se había colado en la casa de los Frankel ya la primavera pasada, y quizá eso habría dado otra dirección al curso de los acontecimientos. De hecho, cuando estuvo en casa de Adam tomándole las huellas, el chico mencionó que alguien había estado ya allí y que, según ese alguien, la casa estaba llena de «cosas chulas». Y eso era lo que había estado rumiando inconscientemente, la idea que lo acechaba y se le escapaba todo el tiempo. Si hubiese estado un poco más atento. Si hubiese sido más exhaustivo... En definitiva, si hubiese hecho su trabajo. Exhaló un suspiro. Ese suspiro especial a lo Gösta que había perfeccionado gracias a años enteros de entrenamiento. Sabía lo que tenía que hacer ahora. Debía intentar enderezar las cosas en la medida de lo posible.

Salió del garaje y cogió el coche de policía que quedaba. Martin y Paula se habían llevado el otro a Uddevalla. Cuarenta minutos más tarde, aparcaba delante del hospital de Strömstad. La recepcionista lo informó de que el estado de Mattias era estable y le indicó cómo llegar a su habitación.

Respiró hondo antes de abrir la puerta. Seguramente habría allí alguien de su familia. A Gösta no le gustaba ver a los familiares. Todo resultaba siempre tan emocionalmente cargado, era tan difícil mantener la distancia con respecto al trabajo...

Aun así, en algunas ocasiones había sorprendido a sus colegas y a sí mismo dando muestras de cierta sensibilidad en el contacto con personas que se hallaban en situaciones difíciles. Si tuviese fuerza y energía, tal vez habría podido usar ese talento en el trabajo y convertirlo en un recurso. Ahora, en cambio, era como un huésped raro al que él mismo no acogía demasiado bien.

—¿Lo habéis cogido? —Un hombre corpulento con traje y la corbata torcida se levantó al ver entrar a Gösta. Hasta ese momento, el hombre abrazaba a una mujer llorosa que, por la semejanza con el chico que yacía en la cama, debía de ser su madre. Aunque el parecido que Gösta advirtió procedía más bien del recuerdo del encuentro con el muchacho ante la casa de los Frankel. Porque, en efecto, el muchacho que yacía en la cama no se parecía a nadie. La cara era una pura inflamación, completamente llena de heridas con una zona amoratada. Tenía los labios tan hinchados que estaban al doble de su tamaño normal y no parecía capaz de ver más que parcialmente y por un ojo. El otro se veía totalmente cerrado por la inflamación.

—Cuando yo pille a ese... pandillero asqueroso... —maldijo el padre de Mattias cerrando los puños. Tenía los ojos llenos de lágrimas y Gösta volvió a reparar en el detalle de que aquello de las víctimas y los familiares y sus sentimientos era algo con lo que prefería no tener nada que ver.



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