Las bragas al sol by Regina Rodríguez Sirvent

Las bragas al sol by Regina Rodríguez Sirvent

autor:Regina Rodríguez Sirvent [Sirvent, Regina Rodríguez]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, General
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-11-01T23:00:00+00:00


Gambas de Palamós o una pistola

Una vez salí de fiesta vestida con un mono de esquí. Pero de esquí de competición, de los ajustados. Fue después de una de aquellas cenas antológicas en El Refugi del Niu de l’Àliga, el pico más alto de Masella y La Molina. La noche que entre una cosa y otra acabé en la Trànsit con un mono de esquí con estampado de telarañas de Spyder cantando Raphael. La vida.

Esta noche me he estrenado vestida de tenis. La fiesta ha sido extraordinaria en el sentido más literal de la palabra. Jamás había vivido una como esta. En realidad, no había nada preparado y ha acabado siendo una noche de esas de «voy a tomarme una cerveza» y que acaban en los Sanfermines en chanclas, con el pelo teñido de naranja, corriendo por tu vida cogida de la mano de un iraní. Ha sido la música, la casa, la extraña mezcla, pero sobre todo la gracia de John para congregar a almas perdidas y salvajes, que vengan aquí a ser quienes son y que les dé igual que sea día laborable. Que la vida es una, y pasa de noche.

Son las seis de la mañana y esto aún sigue. La chica de la espalda descubierta ya no lleva el collar de perlas y ahora está sentada en un rincón y versiona «Black to Black», de Amy Winehouse, con una trompeta melancólica. Philipp duerme en uno de los sofás entre dos hombres de torso desnudo. El político se prepara otro cóctel y dos drag-queens juegan al ajedrez con el maquillaje intacto.

John y yo estamos sentados en las dos butacas del final del salón, delante de los ventanales que dan al jardín, y el jardín que da al bosque. He bailado tanto que he sudado toda la ginebra de la noche. Estamos cansados pero despiertos. Sucios y sin miramientos.

—¿Cómo estás? —John mira el jardín, complacido.

—Creo que he pillado el truco. —Me estoy comiendo un plato de espaguetis al pesto rojo que he encontrado en la nevera. Con una Coca-Cola en botella de cristal.

John da un trago de whisky con la misma decencia con la que se bebe la primera copa de la noche.

—Nunca habría dicho que supieses cantar. —Ni que tuvieses tanto pelo en el pecho. Qué maravilla—. Ni que dominases tanto el italiano.

—El italiano es fácil, si sabes español…

—¿Sabes español? ¿Y ahora me lo dices?

—Rita, por favor. Puedo mantener una conversación en esperanto, ¿y te sorprende que sepa español?

—¿Sabes esperanto?

—Sé esperanto, da igual.

Me acabo la Coca-Cola a sorbos cortos. Un sol tenue empieza a teñir de ocre las puntas de los árboles y una bandada de pájaros atraviesa el cielo con decisión, como si llegasen tarde a alguna parte.

—Supongo que no hace falta que te diga todo esto, esta noche, esta gente… no tiene nada que ver con el dinero o con quién es mi familia.

—Supongo que nunca lo sabremos.

—Esperaba que hubieses notado que aquí la gente se siente libre de verdad.

—Es evidente. Pero ¿por qué me lo dices? No hace falta; si me lo dices, tiene menos gracia.



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