Best Seller by Roberto Fontanarrosa

Best Seller by Roberto Fontanarrosa

autor:Roberto Fontanarrosa [Fontanarrosa, Roberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1980-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo 5

Seller se repantigó en su asiento, invadido por una sensación de regocijo. Estaba impecablemente vestido con su traje de franela gris topo, olía a perfume egipcio y el enorme reactor de Sabena parecía no moverse en un cielo terso y azul. Seller se adormeció en el antiguo deleite de la buena vida, o sin ser tan pretencioso, de la vida. Simplemente. Por cierto que su existencia en cientos de ocasiones había pendido de un hilo. Había jugado su curtido pellejo en incontables peligros, pero nunca se había sentido tan cerca del final como en las horas posteriores a la partida de ballotagge con don Victorio Álvarez, el Zar del Petróleo. Frunció su entrecejo fugazmente, hostilizado por el recuerdo de la misión que le habían encomendado y su burdo requisito final. Pero lo único cierto era que Best Seller continuaba con vida, como un duro gato de albañal, vestido con elegancia, cómodamente sentado en una generosa butaca de primera clase y bebiendo los licores más apreciados y deliciosos.

A 12000 metros de altura, por sobre todas las miserias del mundo. Ya resolvería luego el problema. Ya encontraría cómo zafarse de su compromiso tras cumplir la parte que más lo excitaba, la culminación de sus maniobras de seducción con Nargileh. Tuvo que cruzarse de piernas al recordarla. Sacó un esbelto pitillo tunecino y de inmediato una azafata le ofreció fuego con una astilla encendida. La mujer lo miró sonriendo brevemente. No le hubiese disgustado a Seller una corta pero intensa sesión amatoria con ella en algunos de los baños del avión, o bien en la cabina de mandos del jet, si es que el comandante accedía a prestársela por una media hora. También cruzó por la mente de Seller la posibilidad de desviar el aparato. Había sido instruido en Damón Sagar y la actividad del pirata aéreo le era tan natural e instintiva como para un gato perseguir un ratón. No sabría luego qué hacer con la nave, y tampoco se le ocurría adónde desviarla. Aunque si estaban sobrevolando el Mediterráneo no estaría mal obligarlos a aterrizar en la Cerdeña e ir a visitar a María Grazia en Sassari. Hacía casi tres años que no la veía pero de sólo pensar en ella le transpiraban las manos. Alguien le había contado que ahora estaba gorda pero eso no importaba. Le gustaban las mujeres que tenían de donde tomarse. Los pasajeros del avión de Sabena podrían visitar los alrededores mientras tanto, o bien comprar artículos regionales ¡como esa hermosa estatuilla hecha en queso de cabra que representaba a Afrodita atacada por las hormigas, que él mismo guardaba en un rincón selecto de su nevera! Luego de retozar con María Grazia en algún pastizal de la bucólica campiña todos podrían volver al avión y proseguir el viaje antes de que llegasen los expertos alemanes a estropear el clima de romanticismo.

A punto estuvo Seller de manotear su pistola, pero la llegada de un pantagruélico almuerzo lo disuadió. Por otra parte, la azafata continuaba mirándolo con un brillo posesivo en los ojos, cosa que lo distraía.



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