La sombra de la Luna by José Antonio Cotrina

La sombra de la Luna by José Antonio Cotrina

autor:José Antonio Cotrina
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2010-12-31T16:00:00+00:00


***

La criatura exhausta que entró en los aposentos de Huryel, escoltada por buena parte del Consejo Real, no podía ser otra que Hurza Comeojos. El regente se echó hacia atrás en el nido de cojines que dama Araña había dispuesto para él en la cabecera de la cama y estudió al hechicero pardo. Le recordaba vagamente a alguien pero le resultaba imposible precisar a quién. El combate contra Esmael había debilitado en grado sumo al nigromante, sus movimientos eran desacompasados y su respiración agitada y bronca. Dama Ponzoña, el hijo de Belgadeu, el Lexel blanco, Solberino y Ujthan entraron con él. La presencia de tantos miembros del consejo bastó para que los centinelas que custodiaban la puerta se hicieran a un lado.

—Salid fuera —les ordenó Ujthan con sequedad y ambos cumplieron la orden de inmediato.

—Vamos a matar al regente —canturreó la bruja cuando la puerta se cerró tras ellos. Comenzó a bailotear con una de sus serpientes sobre los hombros y el vuelo de su vestido de novia alborotado—. A matarlo bien muerto, sí, sí, sí. Le arrancaremos los huesos y haremos con ellos una jaula para su triste corazón, sí, sí, sí.

Dama Araña observaba a los recién llegados con sus muchos ojos desorbitados. Se interpuso entre la cama del moribundo y ellos, pero un gesto de Huryel la hizo retroceder.

—Qué desagradable sorpresa —la firmeza y energía de su voz le sorprendió hasta a él. No era la de un hombre agonizante—. La corte de los traidores me honra con su visita. Disculpad que no me levante para recibiros, pero mis condiciones actuales me tienen bastante limitado de movimientos.

—Sí, sí, sí. El regente va a morir…

—Que los dioses te escuchen, bruja estúpida —dijo el aludido. El hijo de Belgadeu respondió a su comentario con una carcajada. Huryel lo ignoró y centró su atención en Hurza—. No hemos sido presentados pero vuestra fama os precede: Hurza Comeojos, fundador del reino y primer Señor de los Asesinos de Rocavarancolia.

Hurza asintió con desgana, se acercó a la cama y se aferró al respaldo de la silla situada ante ella. La lucha contra el ángel negro lo había llevado más allá del agotamiento y cuanto antes terminara con aquella charada antes podría hacerse con las joyas de la Iguana y recuperar fuerzas.

—Ése soy. Y estoy aquí para liberaros del yugo de la existencia y concederos el descanso de la tumba —le anunció—. Vengo a mataros, regente.

—Pocas veces encontraréis una víctima más agradecida que yo —replicó él. Hurza tenía ojos de fiera. Era una mirada atroz, pero no tuvo problema en sostenerla—. ¿Cómo habéis regresado a la vida? —quiso saber.

—Hurza resucitó en el cuerpo de Belisario —se apresuró a contestar Ujthan—. Es por eso que…

—No estoy hablando contigo, carroña —le cortó con frialdad. Luego volvió a dirigirse a Hurza—: Hacedme el favor de contener la lengua de vuestros lacayos. Sus ladridos me perturban.

Desde la ventana había sido testigo de la lucha a los pies de la fortaleza y había visto cómo Ujthan había tomado por sorpresa a Esmael.



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