Voy a matar a tu oso de peluche (Spanish Edition) by Ulises Novo

Voy a matar a tu oso de peluche (Spanish Edition) by Ulises Novo

autor:Ulises Novo [Novo, Ulises]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2017-08-18T07:00:00+00:00


Elora James, alias “Rebel”.

Voy a matar a tu oso de peluche.

3. El baile lésbico

“Luis Alfredo Garavito torturó, mutiló y asesinó a más de doscientos niños en menos de siete años. La policía colombiana desconocía que las desapariciones y posteriores crímenes de aquellos menores, cuyos cuerpos se encontraban poco después destrozados sobre llanos y suelos boscosos, estaban perpetrados por una sola persona.

En una entrevista concedida al periodista Pirry para la RCN, el asesino en serie declaraba con notable serenidad que Dios lo perdonaría porque se había arrepentido de aquellos “actos execrables” y amonestaba a su interlocutor asegurando que, en los ocho años que llevaba preso, había sufrido mucho. Hasta el punto de plantearse un suicidio que nunca llevó a cabo porque no encontró la ocasión ni la manera.

Cuando escuché la conferencia del profesor John McLean, sentí, por primera vez, una profunda excitación hacia lo que había relatado aquel criminólogo y que nada tenía que ver con una pulsión sexual, sino con algo más misterioso al mismo tiempo que obsceno.

Fue de las pocas veces que tuve claro que quería ser detective, entre otras cosas, porque me resultó poderosamente seductor esa relación continua del policía con actitudes tan inhumanas y odiosas como las de Garavito. Aún recuerdo que, en la cama del hotel, el profesor McLean me confesó que tuvo delante una vez a Garavito y que llegó a estrecharle la mano. Tuvo que hacerlo sin más remedio. Necesitaba recabar datos para su tesis doctoral sobre “Psicokillers y obscenidad”. El papeleo para llegar hasta aquel interno había sido ingente y le había llevado muchos meses, por no hablar del dinero que había necesitado para chantajear a funcionarios y administrativos. No quería desagradar a Charavito porque temía que no lo atendiera. Por tanto, no le quedó más remedio que saludarlo como quien saluda a un amigo o a un simpático desconocido al que acaban de presentar en una fiesta.

Su tacto era frío, pero sus manos eran gruesas y fuertes, acostumbradas seguramente a forcejear y a presionar.

Cuando apareció el cadáver de Vicky, la tatuadora, Sullivan y yo pensamos que se trataba de otro de los tantos suicidios de jóvenes treintañeros que a media noche se arrojan desde el puente al Strap. Pero no fue así. Dos agujeros de bala en la nuca contradecían esa suposición.

Sabíamos quién era Vicky, Vicky Z, porque nos había ayudado con algún caso tiempo atrás. Los tatuajes de algunas víctimas de asesinato revelaban valiosa información para nuestras investigaciones. Algunas víctimas delataban a sus verdugos con la literatura escrita en su piel: símbolos de logias, blasones de grupos mafiosos, dibujos atávicos de pertenencia a sectas, por ejemplo.

Aquella mañana me di cuenta de algo que me recordó a Garavito: en menos de cuatro meses, habían sido asesinados en Strap Nation diez tatuadores, sin contar a Vicky Z. Alguien la había tomado con ellos.

Suele suceder que los casos de asesinato se van amontonando y, al final, acaban por mezclarse. Los detectives tienden a resolverlos uno por uno. No hay tiempo ni recursos para establecer generalizaciones o relaciones entre los crímenes.



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