La Tumba de San Pedro by Raúl Sánchez Quintana

La Tumba de San Pedro by Raúl Sánchez Quintana

autor:Raúl Sánchez Quintana [Sánchez Quintana, Raúl]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: narracion
publicado: 2017-08-02T06:00:00+00:00


Sábado, 19 de enero de 2013

Centro de Las Ramas de Cristo

Pinos Genil

El padre Arturo escudriñaba el horizonte a través de la ventana del despacho, y su mirada se perdía entre el manto blanco de escarcha que la fría noche había traído sobre la vegetación que rodeaba el edificio. Con su mano derecha sostenía la taza con el tercer café del día.

Tras la lectura del texto hallado en el interior del cubo dejado por su tío, apenas si había sido capaz de pegar ojo en toda la noche; y ni tan siquiera el recuerdo del tesoro encontrado en el subsuelo de la vieja casa del Albaicín, consumía un segundo de su memoria.

Miró impaciente el reloj de su muñeca, y volvió de nuevo a mirar a través de la ventana; jamás creyó que esperar la llegada del padre Jaime le supusiera tal estado de ansiedad. Necesitaba transmitir su descubrimiento, y apenas era capaz de soportar la impaciencia que le carcomía las entrañas.

Finalmente, y cuando pensaba que no podría soportar un minuto más aquella angustiosa situación, escuchó el sonido de unos pasos que se aproximaban a la estancia. Pasados unos segundos, la puerta del despacho se abrió sin una llamada previa.

-Buenos días – saludó el padre Jaime a la vez que se dirigía hacia la mesa donde se encontraba la bandeja con el desayuno que, como cada mañana, había dejado allí uno de los alumnos.

-Buenos días – correspondió el padre Arturo.

-Que mala cara tienes..., ¿no has dormido bien?

-No he pegado ojo en toda la noche.

- ¿Y eso?

-Este asunto no deja de depararme nuevas sorpresas. Tengo la sensación de todo se encuentra cosido de tal forma que una vez has localizado el hilo suelto, solo tienes que ir tirando del mismo para que el siguiente paso te vaya siendo revelando.

-¿Has descubierto algo nuevo? – preguntó el padre Jaime mientras depositaba una cucharada de azúcar en el café que acababa de servirse.

La pregunta pareció quedar huérfana de respuesta, y un enigmático silencio se apoderó de la estancia. El padre Arturo continuaba mirando por la ventana sin contestar.

-¿Y bien?

-Ayer estuve en la vieja casa de mi tío Román.

-Ah, es cierto, no lo recordaba. Dijiste que irías allí para ver si encontrabas alguna nueva pista. Sigo pensando que es absurdo perder el tiempo buscando el objeto que aparece dibujado en el papiro. Si aún existe, que lo dudo, será imposible dar con él.

-Me reencontré con muchos recuerdos – prosiguió el padre Arturo como si no hubiera escuchado las últimas palabras de su acompañante -. Y descubrí el secreto de la invisibilidad de mi tío.

-¿Cómo? Eso merece una explicación – solicitó el padre Jaime mientras se sentaba en un sofá próximo y esbozaba una media sonrisa.

-Cuando era niño y acudía a la casa que mi tío poseía en el Albaicín, solía jugar en el patio trasero mientras él se encerraba en su despacho. Solo dos cosas tenía prohibidas: pisar las hortalizas del huerto y entrar en su despacho sin llamar antes. Un día tropecé mientras corría tras un insecto y me dañé la rodilla, la sangre no tardó en brotar y acudí a pedir auxilio a mi tío.



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