La puerta de los huesos (Warhammer 40.000) (Spanish Edition) by Andy Clark

La puerta de los huesos (Warhammer 40.000) (Spanish Edition) by Andy Clark

autor:Andy Clark [Clark, Andy]
La lengua: spa
Format: azw3
ISBN: 9788445014288
editor: Minotauro
publicado: 2022-11-30T00:00:00+00:00


Capítulo veintitrés

EL ARMA

UNA ASAMBLEA DE LA OSCURIDAD

TANTO PODER

El cañón estaba hecho completamente de huesos y su esplendor de marfil era agradable a la vista.

—Magnífico —dijo Yheng, que caminaba detrás de Kar-Gatharr—. ¡Precioso, maestro!

Era magnífico, en efecto, aunque no estuviera del todo terminado. Los andamios recorrían la mitad de sus noventa metros. Los Guerreros de Hierro estaban todos presentes y los seguidores de True Mechanicum se afanaban alrededor del cañón. De sus antorchas moleculares salían despedidas chispas verdosas al soldar los huesos.

El arma de Tenebrus reposaba en una plataforma giratoria de acero negro que ocupaba el ancho de la capilla. Los bordes dentados permitían que pivotara, y unos enormes cilindros hidráulicos proporcionaban un eje de movimiento vertical que cubría prácticamente todo el horizonte.

Kar-Gatharr subió una escalera semicircular tallada en tumbas de granito. El último paso estaba perfectamente alineado con la plataforma. Cuando su pie pasó de la piedra al metal, comprobó que era perfectamente estable. La plataforma parecía ser una sola placa de acero de más de ciento veinte metros de ancho, y Kar-Gatharr no entendía cómo podían haberla colocado bajo la cúpula. Su superficie estaba adornada con rostros de demonios sonrientes cuyos cuernos, lengua y rasgos angulosos se unían en un mosaico perfecto.

—Contempla, Tharador Yheng, el arte de los hijos de Perturabo. La lucha no es su único talento.

Pero Yheng no miró el mosaico. Solo tenía ojos para el cañón. La recámara estaba formada por una maraña de cajas torácicas. Huesos largos y pelvis formaban la base. Sus últimos quince metros eran de calaveras, con los ojos vueltos hacia delante y las mandíbulas abiertas en un grito. Cada elemento estaba parcialmente fusionado con el siguiente para formar una única estructura ósea.

—Precioso —se admiró ella.

—Tu asombro está justificado —dijo Kar-Gatharr, poniéndole una mano en el hombro—. Te has pasado la vida rodeada de reliquias inútiles. Mientras los gusanos del Emperador cadáver pululaban bajo la luz, tú languidecías en la oscuridad. Ya conoces esos viejos huesos. Eran tu familia, más de lo que los perros de Terra lo fueron jamás. Ahora observa cómo sirven a un noble propósito. Has encontrado la llave, Tharador Yheng. Ayudaste a elegir los huesos. Estás bendecida.

Ver a alguien entregarse plenamente al panteón alegraba los corazones negros de Kar-Gatharr, y por eso no mató a Yheng cuando osó rozar uno de sus dedos enguantados de ceramita.

—Gracias, mi maestro, por darme la oportunidad de demostrar mi devoción.

Revisaron el arma. La recámara era sólida. El cañón no tenía abertura, sino que estaba formado por la boca abierta de mil santos. En la base había cristales muy finos y tubos superpuestos llenos de lentes. La culata estaba tallada en una roca con vetas azules y esculpida con trépano.

Allá donde se disparaba se alzaba un obelisco de piedra negra, todo máquina y carne. Ocho gruesos tubos salían de los costados y se introducían en un agujero del centro de la plataforma para luego hundirse en un pozo excavado en el suelo de la capilla, se extendían hasta formar un enorme anillo bajo la superficie del planeta.



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