La Perla del Oriente by Jorge Ordaz

La Perla del Oriente by Jorge Ordaz

autor:Jorge Ordaz [Ordaz, Jorge]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1993-02-14T00:00:00+00:00


* * *

Del Pan era una institución en la prensa de Manila. Cuando salió El Avisador accedió a colaborar con cierta renuencia, pues a Del Pan no le acababa de gustar el periódico porque decía que «hablaba demasiado bien de los indios». Lo cierto es que del indio tenía Del Pan una muy pobre idea, y esto era archiconocido por todos cuantos lo leían o trataban. De él se contaban sabrosas anécdotas.

Recuerdo una personal. En cierta ocasión coincidí con Del Pan a la puerta de la sede del periódico, mientras ambos esperábamos un carruaje. Había dado yo un real a un galopín para que me fuera a buscar un coche. Hacía diez minutos de ello y todavía estábamos esperando en el mismo sitio. Del Pan, con su deje gallego, me dijo:

—Mire usted, desengáñese y delo por perdido (se refería al real). No se puede confiar en esta gente. Le contaré un sucedido. Cuando llegué a Manila, hace de esto más de veinte años, mi primera diligencia fue ir al Gobierno General. A la puerta, y a pleno sol, había un indio en cuclillas. Su actitud de impasible indiferencia, típicamente oriental, no pudo menos que chocarme. Le observé un rato, haciéndome el distraído: no se movió. Subí, entregué algunas cartas, hablé con todos los empleados de Secretaría, y a las dos horas, cuando salí de aquellas oficinas, el mismo indio que había visto a la puerta… continuaba en su sitio, en la misma postura, con el mismo gesto, y tomando el mismo sol de justicia de dos horas antes. Desde entonces formé opinión acerca de los indígenas, y hasta la fecha nada he visto que haya contribuido a modificarla.

Al cabo de un cuarto de hora llegó el chaval con el carruaje, excusándose por la tardanza. Entonces le pregunté a Del Pan si aquello no le movía a cambiar de opinión, y me contestó secamente:

—Una golondrina no hace verano.

Era de dominio público que Del Pan solía pasar todas las tardes por el Café del Oriente, donde tenía asiento una conocida tertulia de periodistas y hombres de letras. A la misma asistían personajes renombrados en el mundillo literario de la ciudad y otros menos o nada conocidos, pero con muchas ganas de hacer carrera al lado de los ingenios a cuya lumbre acudían cual moscones.

Del Pan oficiaba de pontífice máximo, y era respetado por todos los tertulianos, aunque por lo bajinis no se libraba de algún que otro venablo. Solía intervenir poco en la conversación, lo justo para hacerse notar o para dar su opinión cualificada que, por lo general, no era discutida. Su tema de conversación preferido era la Administración. Pasaba por ser un gran conocedor de los asuntos administrativos filipinos, a los que había dedicado algunas publicaciones. Se sabía de memoria leyes, decretos, ordenanzas, reglamentos y cuantas providencias se habían dictado en relación a la colonia en los últimos años. De estos áridos temas podía estar Del Pan hablando durante horas. Quizás por esto sus contertulios procuraban no sacar a relucir estos temas, más que nada por no aburrirse demasiado.



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