La maldad de los hombres buenos by John McMahon

La maldad de los hombres buenos by John McMahon

autor:John McMahon [McMahon, John]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2020-03-03T00:00:00+00:00


30

Remy se marchó y yo regresé a comisaría, donde archivé el dinero en el almacén de pruebas.

El caso estaba en las últimas, y era la mejor sensación del mundo.

Mientras contaba el dinero delante del veterano a cargo de nuestro almacén de pruebas, me acordé de Marvin y la conversación con Garva, la enfermera, sobre los efectos personales de Marvin.

Me pregunté si el móvil de mi suegro estaría en alguno de los dos coches, y pensé en lo que habría hecho yo en el caso de una explosión de gas similar cuando era un agente de patrulla.

Si hubiera habido vehículos en el aparcamiento del minicentro comercial, los habría trasladado a un depósito de coches municipal de inmediato por si se producía alguna otra explosión. Lo último que hace falta cerca de un escape de gas son depósitos de sesenta litros de combustible, también conocidos como coches.

Me guardé la cartera y las llaves de Marvin, y fui a su casa.

A mi llegada, el viejo Chrysler 200 de Marvin no estaba en el sendero de acceso, pero sí su Dodge Charger de 1972. Pulsé el mando para abrirlo y eché un vistazo dentro.

Impecable. Como estaba todas las veces que había ido en él.

Si me suegro iba a pasar una temporada en el hospital, seguro que querría que me pasara por allí y pusiera en marcha el Charger, al menos para que el motor funcionara un rato.

La cabeza me iba a ciento veinte kilómetros por hora y necesitaba darle un respiro. Por lo general, estar en movimiento me tranquilizaba. Me monté en el Charger y puse en marcha el motor.

Una vez en la SR-908, me dirigí al noreste hacia Centa. El aire nocturno era fresco con las ventanillas abiertas, y sonaba en la radio una canción country de Chase Rice acerca de triunfar a lo grande en Nashville.

A mi derecha, una bruma espectral flotaba sobre las copas de los árboles, y la tierra estaba cubierta por un millar de tocones que representaba el fracaso del control de la tala.

Centa era una población pequeña, y tras unos diez minutos de circular por las cuatro calles principales del centro sin encontrar la comisaría, me detuve en una tienda de dónuts abierta las veinticuatro horas y hablé con el tipo que atendía tras el mostrador.

—El ayuntamiento disolvió la policía hace tres meses —dijo—. Lo mismo que en la mitad del condado de Shonus. Muchos polis han pasado a ser agentes estatales.

Hice un gesto hacia la calle delante del establecimiento de dónuts.

—Entonces, ¿todo esto es jurisdicción de la Patrulla Estatal de Georgia?

El hombre asintió, y regresé al Charger. Eso quería decir que el coche de Marvin podía estar en cualquiera de las subcomisarías de la PEG.

Yo mismo había configurado el móvil de Marvin, y por ello accedí a la aplicación Find My iPhone desde el mío para ver la última ubicación dónde se había conectado el iPhone de Marvin. Un lugar a unos ochocientos metros de allí.

Enfilé Ball Street y giré en la Primera. Dos manzanas después abandoné el minúsculo centro de la población y me detuve en el cruce de la Primera y Fern.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.