La luz tras la ventana by Lucinda Riley

La luz tras la ventana by Lucinda Riley

autor:Lucinda Riley [Riley, Lucinda]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2012-04-01T04:00:00+00:00


20

Al día siguiente, Émilie recibió al arquitecto y al encargado de las obras. Después de recorrer la casa hablando detalladamente de las renovaciones necesarias, tragó saliva al ver el presupuesto final, pero el arquitecto le aseguró que hasta el último céntimo merecía la pena en comparación con el valor que tendría el castillo una vez restaurado.

—Seguro que hablaremos a menudo los próximos meses —dijo Adrien, el encargado—. Y no olvide que el casillo ofrecerá un aspecto muy desangelado la próxima vez que lo vea y que pasará mucho tiempo antes de que recupere su esplendor.

Cuando todo el mundo se hubo marchado, Émilie cerró la puerta y se dio una vuelta por el interior del castillo. Sintiéndose tonta y sentimental, aseguró a las estancias que el proceso de transformación que estaban a punto de sufrir era por su bien.

Había telefoneado previamente a Jean, quien le había ofrecido mesa y cama en su casa. De regreso en la cocina, donde había dejado su maleta y las dos bolsas de basura negras, sacó los últimos papeles y fotografías que le quedaban por ver. Escogió un sobre amarillo y lo abrió.

Dentro había una fotografía de un Édouard muy joven —probablemente con veintipocos años— posando en la playa con un brazo protector sobre los hombros de una bonita muchacha rubia. Émilie la reconoció por el retrato que había en el estudio de su padre en París. Era Sophia, su hermana. Dentro del sobre había también una hoja arrancada de un cuaderno… Émilie la desplegó y vio la caligrafía irregular e infantil.

«Mon Frère…».

—Mi hermano —susurró, y se esforzó por descifrar la terrible letra. El texto era un panegírico a Édouard y estaba firmado, como los demás poemas que había leído hasta entonces, por Sophia de la Martnières, «14 años».

Al notar los dedos entumecidos por el frío denso de la casa desnuda, Émilie regresó a su silla junto a los fogones. El poema ponía de manifiesto la adoración que la joven Sophia había sentido por su hermano. Entonces ¿por qué Édouard nunca había hablado de ella? ¿Qué había sucedido entre ellos para generar tanta tristeza y silencio? Dado el patente cariño mostrado en la fotografía entre los hermanos, Émilie supo que tenía que haber una razón.

Se guardó el poema y la fotografía en el bolso, cogió las bolsas de basura y la maleta y cerró la puerta del castillo por última vez. Cuando descendía con el coche por el camino de grava para ir a casa de Jean, sonó su móvil. Al ver que era Sebastian, frenó en seco y contestó.

—¿Dónde estabas? ¡Me has tenido muy preocupada! —gritó prácticamente al auricular con una furia exacerbada por las nervios y la emoción.

—Lo siento mucho, cielo. Me dejé el cargador del móvil en Yorkshire y el martes por la mañana se me acabó la batería.

—¡Eso no es excusa, Sebastian! Hay otros teléfonos en el mundo desde los que podrías haberme llamado. —Émilie estaba fuera de control.

—¡Lo hice! Llamé a Blackmoor Hall el martes por la noche pero no contestaste y desde entonces has estado en Francia.



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