La historia del arte by E. H. Gombrich

La historia del arte by E. H. Gombrich

autor:E. H. Gombrich [Gombrich, E. H.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Arte, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1950-01-01T05:00:00+00:00


237 Tintoretto, San Jorge y el dragón, h.1555-1558. Óleo sobre lienzo, 157,5 x 100,3 cm; National Gallery, Londres.

Giorgio Vasari (1511-1574), el gran crítico y biógrafo florentino de la época, escribió de Tintoretto que «si no hubiera abandonado el camino usual y hubiera seguido el hermoso estilo de sus predecesores, habría llegado a ser uno de los mayores pintores vistos en Venecia». Tal como fue, Vasari consideró que sus obras se echaron a perder por la ejecución descuidada y el gusto excéntrico. Le desconcertó lo inacabado de las obras de Tintoretto. «Sus esbozos —dice— son tan rudos que los trazos de su lápiz revelan más vigor que reflexión, pareciendo obedecer a la casualidad.» Es éste un reproche que, mucho más adelante, se ha dirigido con frecuencia a los artistas modernos. Acaso no deba sorprender del todo, pues los grandes innovadores del arte se concentraron a menudo en las cosas esenciales sin preocuparse por la técnica en el sentido corriente. En épocas como la de Tintoretto, el dominio de la técnica alcanzó tanta altura y se generalizó tanto que cualquiera con alguna aptitud mecánica podía adueñarse de muchos de sus recursos. Un artista como Tintoretto quiso mostrar las cosas a una nueva luz, explorando otros modos de representar los mitos y leyendas del pasado. Consideró completo un cuadro cuando tradujo su visión de esta legendaria escena. Un acabado unido y esmerado no le interesó por no servir a sus fines. Por el contrario, tal cosa podía distraer la atención del dramático acontecimiento que sucedía en el cuadro. Acostumbró, pues, a dejarlo así, haciendo que la gente se asombrara.

Durante el siglo XVI, nadie llevó tan lejos un procedimiento semejante como un pintor de la isla griega de Creta, Domenikos Theotokopoulos (1541?-1614), llamado El Greco. Llegó a Venecia procedente de un lejano lugar que no había desarrollado ninguna especie de arte durante el medievo. En su país natal debió acostumbrarse a ver las imágenes de los santos, solemnes, en actitudes rígidas y sin ninguna semejanza de apariencia natural, según la manera bizantina. No habiendo sido educado para perseguir la corrección del dibujo, no halló nada horrible en el arte de Tintoretto, sino que lo encontró fascinante. También él fue, al parecer, un hombre apasionado y fervoroso, y sintió la necesidad de plasmar los temas sagrados de manera distinta y llena de agitación. Tras su estancia en Venecia se estableció en Toledo, España, donde no era fácil que le distrajeran o molestaran los críticos exigiéndole un dibujo correcto y natural, ya que en España persistían en grado elevado las ideas medievales acerca del arte. Esto puede explicar por qué el arte de El Greco supera incluso al de Tintoretto en su atrevido desdén hacia las formas y colores naturales, así como en sus dramáticas y agitadas visiones. La figura 238 muestra uno de sus cuadros más arrebatados y sugestivos. Representa un pasaje del Apocalipsis de san Juan, siendo a éste al que vemos en uno de los lados contemplando en trance el cielo y levantando sus brazos en actitud profética.



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