La hija de Homero by Robert Graves

La hija de Homero by Robert Graves

autor:Robert Graves [Graves, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1954-12-31T16:00:00+00:00


IX

CLITÓNEO PARTE

Clitóneo regresó a palacio con el corazón oprimido, y allí encontró a los pretendientes regocijados por el giro que habían tomado los acontecimientos, ya que muchos de ellos temían que el Consejo interviniera decididamente. Vagaban por los claustros del patio exterior, arrojando pequeños tejos o jugando al chaquete, en tanto que sus servidores desollaban cabritos y sollamaban gordos cerdos en torno del altar grande. Antínoo se paseaba con una alegre sonrisa, y dio un apretón de manos a Clitóneo.

—¡Mi querido príncipe! —exclamó, resplandeciente—. ¡Cuánto me alegro de que te hayas unido a nosotros! Allá, en el templo de Poseidón, hervías y bramabas como un caldero, pero ahora, desde que el Consejo rechazó tu protesta por frívola, debes mostrarte sensato y darte cuenta de que no estamos aquí sin buenos motivos. Bueno, bueno; el hablar en público agota al que no ha hecho de ello la práctica de toda su vida, y apuesto a que te sientes un poco fatigado. Pronto se servirá la cena, y yo me ocuparé de que te sean ofrecidos los bocados más escogidos. De paso, me sorprende enterarme de que partes en busca del rey. Pero si bien él no puede dejar de admitir que estamos en nuestro derecho, la novedad del viaje te impedirá caer en cavilaciones, y si tienes problemas para encontrar un navío adecuado, por favor, recurre a mí… Quizá pueda proporcionarte uno.

Clitóneo no dio a la mano de Antínoo un apretón de respuesta, sino que retiró la propia.

—Si piensas —replicó con terquedad— que tengo la menor intención de comer y beber en tu compañía, que sería lo mismo que tolerar los vergonzosos latrocinios hechos a mi padre, estás muy equivocado. El Consejo no ha dicho en modo alguno la última palabra, y tú lo sabes muy bien. Más aún: cuando llegue a la arenosa Pilos, puedes estar seguro de que lo que le diga al rey no redundará en tu beneficio; y si me resulta difícil conseguir un barco, tú serás el último a quien acuda en procura de consejo o ayuda.

—Si buscas pendencia —respondió Antínoo—, me sentiré encantado de complacerte. Al rechazar mi mano no has mejorado en mucho tus posibilidades de una larga vida.

Los otros pretendientes comenzaron a burlarse de Clitóneo. Ctesipo gritó:

—Habla con suma audacia de zarpar rumbo a Pilos, pero se me ocurre que tiene pensado un viaje muy distinto. Quizá Corinto sea su punto de destino, pues allí la reina Medea dejó su famosa colección de drogas. Piensa traer consigo una vejiguilla llena de mortífera ponzoña y volcar su contenido en el tazón de la bebida, cuando estemos demasiado achispados para darnos cuenta de ello.

Leócrito intervino, a su vez.

—¡Tienes razón, por Hermes! ¡Pero qué lástima sería si, como Laodamante, Clitóneo no regresara jamás! Entonces tendríamos que enviar al mocoso más joven en su busca, dejando sólo a las mujeres para que dirijan las cosas de palacio. Y si el chiquillo se cayera por la borda, eso nos obligaría a dividir la propiedad y a echar suertes a los dados para distribuir los distintos terrenos.



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